Un año de invasión: las voces del mayor éxodo en Europa desde la Segunda Guerra Mundial
12 meses después de que Rusia lanzó la guerra contra la vecina Ucrania, más de ocho millones de personas han huido del país atacado y otras cinco millones fueron desplazadas internamente. Desde Europa hasta Norteamérica, Oksana, Yuliya, Roma, Mariia y Olga son algunos de los rostros detrás del mayor éxodo en el Viejo Continente desde la Segunda Guerra Mundial. Su huida, los desafíos para conseguir empleo en los países de acogida, las barreras idiomáticas y los procesos para reasentarse forman parte de sus historias y de los retos actuales para esta población.
Con el miedo a flor de piel por el estruendo de los misiles, Oksana corre al sótano de su vivienda. Rápidamente toma un abrigo, agua, sus documentos y se oculta junto a su madre, su padrastro y su novio.
Rusia acababa de lanzar la guerra. Los cielos de su ciudad, Cherkasy, en el centro de Ucrania y cerca a Kiev, estuvieron entre los primeros blancos de las tropas invasoras.
“Mi novio casi muere. Saltamos al sótano y sobrevivimos. Derribaron un dron y mis vecinos vieron los restos. ¿Cómo vivir cuando te apuntan con el cañón de un arma varias veces al día y te mantienen debajo durante varias horas y no puedes hacer nada? ¿Cómo vivir cuando en lugar de un arma hay un cohete que barre la faz de la tierra y tu viejo sótano se tambalea incluso en momentos de calma?”, cuestiona Oksana en entrevista con France 24 al recordar ese día: el 24 de febrero de 2022.
Esta mujer de 34 años que ahora reside en Opole, Polonia, a donde huyó junto a su madre, señala que desde entonces sufre ataques de pánico.
“No comía, no dormía, perdí peso todos los días. Me estaba asustando cada vez más. Me corté el cabello, quería volverme horrible para reducir aunque fuera un poco las posibilidades de que me violaran (…) Pedí que me golpearan las mejillas porque si me dolía, aunque fuera por un segundo me olvidaría del miedo”, sostiene.
Afectada por los ataques de ansiedad y pánico que señala le acarreó la guerra, Oksana no puede trabajar. En Ucrania se desempeñaba como bibliotecaria, en Polonia la pintura es su “forma de auto terapia”.
“‘‘La Noche estrellada’ de Van Gogh está paralizada por cohetes y en lugar de un castillo hay un monumento a la Independencia, que se encuentra en Kiev, y alrededor hay casas ucranianas. Lo único que se interpone entre los cohetes y Ucrania es un gran signo de interrogación, por lo que la imagen se llama: ‘¿Se nos cerrará el cielo?’, describe sobre una de sus pinturas que evoca el sombrío panorama en su país.
Aunque por seis meses intentó resistir, el exilio terminó siendo inevitable para Oksana. Como ella, más de 8 millones de ucranianos se han visto forzados a abandonar su nación ante las hostilidades rusas en el último año, de acuerdo con cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). La mayoría son mujeres y niños.
La nación a donde más han llegado ciudadanos ucranianos desde que estalló el conflicto es Rusia, con alrededor de 2,9 millones de personas. Sin embargo, la entidad de Naciones Unidas advierte que se trata de una cifra estimada. Además, durante meses el presidente Volodímir Zelenski ha denunciado “deportaciones” o traslados forzosos hacia el vecino país, versión que Moscú niega.
Después del territorio ruso, la mayoría de refugiados, cerca de 1.563.000, se encuentra en Polonia, país vecino y a través del cual Ucrania comparte frontera con la Unión Europea. Seguido de Alemania con alrededor de 1.000.000; República Checa con 488.000; en Italia hay más de 169.000; en España 166.800; en Reino Unido 161.400, en Bulgaria más de 152.000, en Francia 118.000 y en Rumania 113.000, según los registros de protección temporal recogidos por ACNUR al 15 de febrero de 2023.
A esta situación se suman al menos 5.400.000 personas internamente desplazadas. En total, más de 13.000.000 de ciudadanos ucranianos han abandonado sus hogares por la invasión en curso.
Es el mayor éxodo en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial, subraya la ONU. Una situación que supera la crisis de refugiados en el conflicto de los Balcanes en la década de 1990, cuando cerca de cuatro millones de personas huyeron dentro y fuera de la antigua Yugoslavia.
Polonia empezará a cobrar por los refugios
Aunque Gobiernos y comunidades han mostrado una avalancha de ayuda generosa, un año después del inicio del conflicto las cosas empiezan a cambiar.
A partir del próximo 1 de marzo, en Polonia entrará en vigor la modificación de la Ley Especial sobre asistencia para los refugiados ucranianos, la cual exige que los acogidos que hayan permanecido en el territorio por más de 120 días cubran el 50% del costo de su alojamiento en albergues colectivos.
Y desde el próximo 1 de junio, el pago aumentará hasta un 75% para aquellos que permanezcan en la nación por más de 180 días. Pero 12 meses después, no todos han logrado ser económicamente independientes.
France 24 contactó a Alan Moseley, director del Comité Internacional de Rescate (CIRC) en Varsovia, que alerta sobre los riesgos de la enmienda. “Nos preocupa que empezar a cobrarles por permanecer en los refugios va a exponerlos a daños, potencialmente dejará a las personas sin lugares dónde hospedarse, dejará personas sin hogar”, explica Moseley, que también destaca la respuesta positiva hasta la fecha del Gobierno polaco frente a los refugiados ucranianos, por lo que exhorta a continuar con el respaldo.
La Administración de Andrzej Duda defiende que la modificación busca sancionar la práctica de cobrar dinero extra a quienes huyeron del vecino país por los servicios de alojamiento y alimentación. Pero en medio de una alta inflación, Polonia también enfrenta desafíos financieros que intenta paliar. “No podemos financiar la residencia de los refugiados indefinidamente”, afirmó el viceministro del Interior Paweł Szefernaker, el pasado octubre.
Unos 650.000 ucranianos han encontrado empleo en la nación, de acuerdo con cifras registradas hasta el pasado noviembre y difundidas por la ministra de Familia, Trabajo y Política Social, Marlena Prawna.
El CIRC coincide en que hay quienes han logrado establecerse o vivir con familias locales, pero advierte que las modificaciones a la norma “van a crear más incertidumbre”, especialmente para los más vulnerables.
Si bien, los legisladores pusieron sobre la mesa una exención para los menos favorecidos por razones humanitarias, desde el Comité Internacional de Rescate indican que “la pregunta sigue siendo cómo se evaluará una ‘situación de vida difícil’”.
Al inicio del éxodo, “había alrededor de 400.000 personas viviendo en refugios, ahora hay aproximadamente 80.000. Y quienes habitan allí son los grupos más vulnerables (…) Hay madres con niños con discapacidades, madres con niños muy pequeños o mujeres que tienen dificultades para encontrar un trabajo debido a la falta de ayuda para el cuidado de los niños”, agrega Weronica Rzezutka, coordinadora de comunicaciones del CIRC en suelo polaco.
Días después de nuestra primera conversación, Oksana se encuentra con la confirmación de la nueva norma en carteles instalados en el refugio donde habita en Opole. Afirma que le empezarán a cobrar 1.000 euros al mes por ella y su madre, con alimentación incluida.
Sin embargo, y según el Gobierno polaco, el monto deberá ser entre 40 y 60 zlotys por día, es decir entre 8,36 y 12,56 euros diarios, unos 250 y 370 euros mensuales.
“No podemos pagarlo, nos regresamos a Ucrania”, sentencia Oksana. Aunque indica que mantiene la esperanza de que algo cambie para poder permanecer en la ciudad sureña, lejos del estruendo de las bombas que cambiaron su vida.
Antes de la modificación de la Ley Especial, todos los ciudadanos ucranianos que llegaron a Polonia a partir del 24 de febrero de 2022 tenían un camino más fácil para solicitar la residencia temporal, no condicionado al cumplimiento de criterios adicionales como ocurría en los procedimientos ordinarios.
No obstante, de acuerdo con la nueva enmienda, esta opción será retirada, resalta el CIRC. “Los permisos de residencia temporal a los ciudadanos de Ucrania que huyen de la guerra se expedirán en las mismas condiciones que a los demás extranjeros, por lo que los refugiados necesitarán más apoyo legal e información para planificar con anticipación su estadía más allá del estatus de protección temporal actual”, indica Moseley.
Para muchos, el martirio no termina cruzando fronteras.
“La integración a otro país es difícil, no he trabajado por casi un año”
A Yuliya Bondarchuk el estallido de la guerra la sorprendió en la capital ucraniana, su ciudad natal. “Era muy aterrador quedarse en Kiev, la línea del frente era visible a un kilómetro de mi casa”, recuerda.
Pocos días después, el 10 de marzo, tomó su vehículo y emprendió un largo recorrido hasta Antibes, en el sur de Francia, en busca de seguridad. “Recibí protección y viví con una familia que me cedió un estudio. El Gobierno francés proporcionó a los ucranianos un seguro médico, asistencia financiera mensual por 440 €, asistencia alimentaria y la oportunidad de aprender francés en una escuela de idiomas”, destaca.
Sin embargo, su hospedaje fue temporal y al no dominar el francés, encontró dificultades para hallar empleo. Con la ayuda financiera que recibía resultó imposible alquilar un lugar donde vivir en medio de los altos costos de vida.
Entonces, la mujer de 52 años tomó la decisión que muchos de sus compatriotas han seguido tras las dificultades que encuentran en los sitios de acogida: emigrar a un tercer Estado. Fue así como el pasado noviembre llegó a Costa Brava, en el sur de España.
“Encontré un apartamento no muy costoso donde comparto gastos con una señora de Mariúpol”, explica en diálogo con este medio.
Pero aquí, el reto para subsistir continúa. Aunque el Gobierno español también provee una ayuda de alrededor de 400 euros para los refugiados ucranianos, la suma no es suficiente para asumir los gastos básicos mensuales. Conseguir un trabajo estable es apremiante y pese a que se comunica en inglés en su cotidianidad, señala que no hablar el idioma local y las escasas ofertas laborales son un desafío constante.
“No he trabajado por casi un año. Antes de la guerra era organizadora de bodas (…) La integración en otro país es difícil. Soy asistente en una familia donde ayudo a llevar a los niños a la escuela. Mi compañera de apartamento era maestra de escuela antes de la guerra, ahora trabaja como señora de la limpieza en un club, no podía encontrar otra cosa sin saber el idioma”, afirma.
El reto es mayor para quienes se trasladaron solos, manifiesta. “Vivir con esta ayuda es casi imposible. También hay muy pocas ofertas de trabajo y es muy difícil alquilar una casa sin un contrato de trabajo”, agrega la mujer, cuya madre optó por permanecer en Ucrania por su avanzada edad, y su hijo, un joven y experto informático, no puede abandonar el territorio luego de que en el marco del conflicto el Gobierno de Zelenski declarara la ley marcial que prohíbe la salida de los hombres entre 18 y 60 años de edad.
Al igual que Yuliya, son miles los refugiados ucranianos que hoy no han podido incorporarse en sus nuevos países. Las barreras de idioma, la falta de reconocimiento de sus oficios, las dificultades para conseguir empleo y la inflación, entre otros, enmarcan las complejidades actuales.
Una encuesta a 4.800 ucranianos a lo largo de Europa y fuera de ella, en el último trimestre de 2022 y recogida en el informe Lives on Hold: Intentions and Perspectives of Refugees from Ukraine, halló que "actualmente menos de un tercio tiene empleo o trabaja por cuenta propia”.
Una situación que se registra pese a que "alrededor del 70% de ellos ha completado estudios superiores y dos tercios ya trabajaban anteriormente en Ucrania".
Sin trabajo, muchos tienen complicaciones para llegar a fin de mes y encontrar una vivienda adecuada. Casi la mitad, el 41%, se aloja con personas que los han acogido, el 20% vive en sitios colectivos u hoteles, mientras que una cuarta parte alquila, agrega el documento.
Céline Schmitt, portavoz de la Agencia de Refugiados de la ONU en Francia señala a este medio que actualmente es crucial proveerles “la posibilidad de aprender el idioma y recibir entrenamientos laborales. La Directiva de Protección Temporal (de la UE) es un buen marco para permitir que puedan trabajar en la mayoría de países donde están”.
Pero subraya que paralelamente se requiere “el respaldo de los sistemas locales y la empresa privada y atender las localidades receptoras que también están enfrentando sus propios retos, por lo que se necesita mucho trabajo”.
Y es que además de las graves violaciones a los derechos humanos, la guerra y las respectivas sanciones de Occidente a Moscú sacuden los mercados y surten efectos en la inflación, especialmente a partir de la industria energética. Fuertes repercusiones a las finanzas de muchas naciones de acogida que ya estaban bajo presión antes de que Vladimir Putin lanzara su “operación militar especial” para “desnazificar” a Ucrania.
La situación es sensible para todos los países receptores, evalúa Diana Medina, coordinadora para Europa de Compromiso Comunitario de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, en Hungría, país donde están registrados alrededor de 34.300 refugiados ucranianos.
“Comienza también, y es una evaluación que hacen los Estados, a escasear incluso los recursos para la población local, entonces tienen que hacer un balance (…) la distribución de recursos va a ser complicada”, explica Medina.
La visión a mediano y largo plazo desde algunas organizaciones humanitarias es abarcar la inserción de esta población en sus nuevas comunidades.
“Las crisis migratorias son altamente complejas para el que migra, para el refugiado o migrante que sale, por el contraste y el cambio, pero también para la comunidad que lo recibe y a diferencia de crisis de migrantes como la de venezolanos en América Latina, donde hablan el mismo idioma, en Europa hay una diversidad cultural e idiomática muy amplia que le pone un grado más de complejidad”, destaca la representante de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.
Destino, Estados Unidos: “La única opción era irse o combatir del lado ruso”
Roma Shulezhko, un joven de 28 años, de Jersón, cuenta a France 24 que logró huir al actuar tan pronto estalló el conflicto.
“La única opción era irme o combatir del lado de Rusia, era imposible dejar la ciudad del lado ucraniano porque había batallas constantes, la ciudad estaba controlada por el Ejército ruso, era imposible ir al lado ucraniano, hubiera tenido que luchar contra la ciudad entera (…) Los del Ejército ucraniano que se quedaron ya no están vivos”, afirma.
Con el afán de sacar a su madre y a su novia de Jersón, “me dirigí a los transportistas que estaban llevando de mi ciudad hacia las fronteras de algunos países, las personas simplemente fueron sacadas al otro lado de la frontera rusa, aunque fuera muy larga, con interrogatorios, varios controles, pero el hecho es que era posible y, por supuesto, caro”, sostiene.
¿Su ruta? De Jersón a Crimea, para luego atravesar el territorio ruso y posteriormente Georgia, hasta llegar a Turquía. En ese país permaneció tres meses y de allí emprendió rumbo a Alemania.
“Cada país ayuda a su manera, en Alemania es bueno que la gente no se quede en la calle, se les da vivienda, dinero y educación”, resalta.
Pero ese no era su destino final. “No me gustaba vivir en Alemania, era difícil vivir, a pesar de que este país brinda ayuda solo te permite trabajar 40 horas al mes. Decidí mudarme a Estados Unidos porque mi familia me estaba esperando”, dice al explicar que para ese momento su hermana, su cuñado y su sobrina habían llegado al otro lado del Atlántico como refugiados, por lo que dirigió sus esfuerzos por unirse a ellos junto a su madre y su pareja.
Shulezhko es una de las más de 85.000 personas, según cifras del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de EE. UU., que en el último año han recibido protección bajo Uniting for Ukraine, programa que el presidente Joe Biden anunció en abril de 2022.
Lograrlo no es necesariamente tarea fácil. Para acceder, los interesados deben conseguir primero un patrocinador al otro lado del Atlántico que se comprometa ante las autoridades a hospedar y velar económicamente por quien recibe. Una vez el proceso sea aprobado, la persona favorecida viaja con una autorización a territorio estadounidense.
Después de varios meses, Shulzenko consiguió un ‘sponsor’ y finalmente llegó el pasado noviembre a Virginia para unirse a su familia. Este joven que se desempeñaba en su país como marinero mercante actualmente trabaja en cocina y espera eventualmente cambiar de empleo.
Muchos emprenden por Internet la búsqueda de un posible patrocinador en suelo estadounidense, tras intentar permanecer en sus ciudades de origen hasta que la pesadilla se vuelve insostenible. Es el caso de Mariia Holovan.
“Fue muy aterrador en las primeras semanas, todo estaba bajo nubes negras. Incluso ahora sigue siendo aterrador (…) Cerca de mi casa hay una base militar, muy cerca a mi casa, así que tenía miedo por eso, sabía que podían bombardear ahí. Vi las primeras explosiones desde el balcón”, narra esta joven de Ternópil, en el occidente ucraniano.
Ante estas circunstancias y motivada por su abuela, durante el pasado verano decidió buscar un sponsor en Welcome.us, un sitio web en el que conoció una familia de Greenville, Carolina del Norte, con la que habló a diario por casi dos meses.
“Yo era una extraña para ellos y ellos para mí, podría no ser seguro, así que hablamos bastante y un día tomaron la decisión de ser mi ‘sponsor’, yo estuve de acuerdo y un mes después obtuve mi autorización de viaje y llegué aquí”, indica la joven de 29 años, que sin embargo manifiesta que siente una tranquilidad incompleta. Su abuela, como muchos ciudadanos de avanzada edad, decidió quedarse en Ucrania.
El programa otorga permiso de residencia y trabajo por dos años. Mariia es entrenadora personal, pero cuenta que no le ha sido posible ejercer su oficio.
“Tengo mi certificado de Ucrania y de Europa, pero este certificado no funciona aquí, debo obtener el certificado en Estados Unidos para trabajar en eso. Para mí es difícil aprobar ese examen, es complicado porque debes conocer cada palabra en medicina, en gerencia. Yo puedo hablar y entender el idioma, pero a nivel profesional es algo más complicado”, describe, por lo que actualmente estudia para obtener una aprobación de su título, mientras trabaja en cafés para ahorrar dinero y ayudar a su abuela en Ternópil.
Aún es incierto qué pasará con ellos una vez culmine la autorización de 24 meses para permanecer en el país. La posible extensión del programa no ha sido confirmada por el Gobierno estadounidense.
De Ucrania a México, la ruta de miles para obtener asilo en EE. UU.
Ante la desesperación por alejarse de los daños de la guerra y sin un ‘sponsor’, miles han optado por otra ruta: Salir de Ucrania a otro país de Europa y de ahí tomar un vuelo a México para luego cruzar por la frontera terrestre a Estados Unidos.
Más de 20.000 ciudadanos ucranianos que realizaron este trayecto, entre el inicio de la invasión rusa y cuando Biden anunció la iniciativa Uniting for Ukraine dos meses después, ingresaron a territorio estadounidense, según cifras del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de EE. UU.
Washington explica que en los cruces fronterizos fueron admitidos bajo la figura de ‘parole’ o libertad condicional humanitaria. Un permiso para ingresar temporalmente otorgado ante circunstancias excepcionales a alguien que no cumple con otros requisitos para entrar de forma legal.
El Departamento de Seguridad Nacional remarca que “a partir del 25 de abril de 2022 los ciudadanos ucranianos que se presenten en los puertos de entrada terrestres de la frontera suroeste de EE. UU. sin una visa válida o sin una autorización previa para viajar a Estados Unidos a través de Uniting for Ukraine se les puede negar la entrada y referirlos para que presenten su solicitud a través de este proceso”. Regla similar a la establecida para aspirantes a asilo provenientes de Latinoamérica y otras regiones.
Sin embargo, “esto no se cumple con la comunidad ucraniana en sí y están pasando por grupos en la frontera, grupos sin estos patrocinadores (…) Estuve en diciembre en la frontera con México y cuando llegué había un campamento armado para la comunidad ucraniana y en dos, tres semanas, los despacharon con organización”, asegura en diálogo con France 24 Fabián Arias, sacerdote de la iglesia luterana de San Pedro en Nueva York que trabaja en la recepción de refugiados e inmigrantes de distintos países, incluidas personas que huyeron de Ucrania por el conflicto.
Para el religioso que ha ayudado en la acogida de ucranianos, pero también de algunos jóvenes rusos que llegaron a EE. UU. tras la invasión, la habilitación del mencionado programa gubernamental “no reduce que la gente siga viniendo por frontera terrestre”. Por el contrario, “lo intensifica”, dice, al generar un flujo de llegada de quienes no cuentan con un patrocinador, pero viven en una situación de extrema violencia, sin agua, electricidad ni calefacción en medio del invierno, por los constantes ataques de las tropas rusas.
Las llegadas por los cruces fronterizos continúan, remarca Arias. Y es que entre los puntos que establece la ley para aplicar a un asilo está argumentar ser víctima de un conflicto bélico o abuso, por lo que “los oficiales de migración te cuestionan lo que es ‘el miedo creíble’”, y en el caso de Ucrania, las hostilidades son evidentes.
“Queremos ser independientes”: cuando las zonas despobladas renacen con el éxodo ucraniano
Rodeados de vegetación y el océano Atlántico, que les recuerda a su natal Odessa y el mar Negro, más de 100 ciudadanos ucranianos se refugian en Cariño, en el norte de España.
Aquí se asentaron tras la guerra. Entre ellos, más de 30 expertos informáticos de Avtopro, una conocida plataforma dedicada al recambio de autopartes de vehículos en Ucrania, con la que ahora se insertan en la economía de su nuevo país y contrarrestan la ‘Europa vaciada’, el fenómeno de la despoblación en las zonas rurales.
“Creemos que acá se puede establecer como un nuevo Silicon Valley porque es muy agradable, tranquilo, rodeado de naturaleza, un ambiente para la innovación”, afirma Olga Strelnyk, encargada de desarrollo de negocio.
Traen a cuestas su propia compañía, pero el proceso para reasentarse no ha sido fácil. Llegaron sin nada. Pese a las alertas previas, como a muchos, la invasión los sorprendió. “Algunos estábamos aquí antes de la guerra, escuchamos las noticias en la mañana, sentimos mucho miedo. Estábamos aquí en España, llamamos a nuestros colegas para saber qué hacer”, señala a France 24 Yehor Synytsyn.
Angustiados por sus familias, hicieron un difícil recorrido de regreso para recoger algunos de sus seres queridos en las fronteras, mientras otros, a quienes los bombardeos los encontró en Odessa, decidieron salir y unirse a sus compañeros en España.
Una de ellas es Anastasiia Makarova. “Después de que la guerra comenzó, mi hermano, otros compañeros y yo nos quedamos en la oficina por dos semanas porque ahí es más seguro”, afirma. Sin embargo, en medio de las embestidas, abandonó su país a través de la vecina Polonia.
“Eso tomó tres días, fue terrible, porque estábamos sin baños, sin electricidad, agua. Había mucha gente”, recuerda sobre el recorrido terrestre que normalmente le habría tomado unas 12 horas y que realizó junto a su hermano, ya que su madre, miembro de la Policía de Mykolaiv, no puede abandonar el país por su trabajo, explica.
Más de la mitad de la plantilla continúa en Odessa, donde las instalaciones de la empresa han sido adaptadas para vivir, trabajar, cocinar y contar con electricidad debido a que es más seguro que en las viviendas.
Desde el exilio, ellos intentan aportar a su nueva comunidad y a los seres queridos que quedan atrás. “La mayoría de nuestras familias están rotas. Todos tenemos a alguien que todavía está en Ucrania, madres, padres, hermanos”, apunta Roman Demyrov, a quien Strelnyk traduce de ucraniano a inglés.
Pese a que no hablan castellano o gallego y a la angustia diaria por lo que ocurre en sus hogares, trabajan por superar los obstáculos. En un intento por agradecer la solidaridad del pueblo e integrarse a la comunidad, abrieron un café a pocas calles de sus oficinas donde realizan actividades en las que dan a conocer su cultura y gastronomía.
“Al estar aquí también salvamos nuestra compañía y podemos ayudar a nuestras familias porque podemos aportar dinero (…) Es una historia triste, pero por otro lado creo que podemos ser un ejemplo sobre cómo salvar negocios y demostrar que el pueblo ucraniano es valiente y puede formar equipos de compañías aquí para sobrevivir. Queremos ser independientes y quizás en el futuro ayudar con nuestra pasión y conocimiento a crear empresas de tecnología aquí en España, ya que en Ucrania esto es muy moderno, popular y tenemos experiencia en esto”, subraya Strelnyk.
El resto de refugiados ucranianos asentados en Cariño trabaja en hostelería y construcción. Muchos de ellos llegaron con sus hijos, niños y adolescentes, una inyección importante para un lugar ávido de población.
Y es que se trata de una localidad de alrededor de 3.700 habitantes, donde su población envejece, el promedio de edad supera los 50 años y hasta hace poco el número de personas disminuía.
Ahora es considerada “una pequeña Odessa”, donde conviven autóctonos y recién llegados, lejos de los ataques del Kremlin, pero con la atención puesta en lo que ocurre en Ucrania.
Volver pese a la guerra, ¿se desacelera el flujo de refugiados ucranianos?
A medida que el conflicto se prolonga, hay quienes deciden volver pese al recrudecimiento de la agresión rusa. Algunos cansados de las penurias en el exilio, otros decididos a quedarse y renacer de entre las ruinas, muchos también retornan.
Ante los continuos cruces y diversidad de razones es difícil saber a ciencia cierta cuántos ucranianos han retornado a vivir a sus hogares en medio de la guerra.
Desde el inicio de la invasión se han registrado 18,6 millones de movimientos transfronterizos desde Ucrania a países vecinos y 10,2 millones de movimientos transfronterizos de regreso al territorio ucraniano, según registros recogidos por la Agencia de Refugiados de la ONU al 14 de febrero de 2023.
No obstante, Celine Schmitt, de ACNUR Francia y actualmente en Kiev, indica que “estas cifras reflejan movimientos transfronterizos informados por las autoridades y no representan necesariamente a personas. Los movimientos de regreso a Ucrania pueden ser pendulares y no necesariamente indican retornos sostenibles”, expone, ya que la situación en la nación sigue siendo altamente volátil e impredecible.
Asimismo, entre el 24 de febrero y el 31 de agosto de 2022, la cifra de quienes huyeron del país superaba los siete millones, y hoy el número llega a cerca de ocho millones. ¿Se desacelera entonces el flujo de refugiados frente a los primeros meses de la guerra?
Desde la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, Diana Medina responde que las olas migratorias son fluctuantes. Además, ante las dificultades que prevén en el exterior y en un intento por no aislarse de seres queridos, muchos deciden desplazarse internamente en vez de a otros países.
Muchos se dirigen al occidente de la nación, con relativamente menos ataques, aunque la furia del Kremlin apunta a todo el territorio ucraniano.
“Más que una disminución del flujo, que sí lo hay, existe una especie de receso para retomar recursos y poder movilizarse (…) Probablemente mucha gente que no ha salido de Ucrania, al ver que la guerra se está extendiendo, se cuestiona si debe hacerlo con respecto a cuánto tiempo van a estar separados de sus familias”, puntualiza Medina.
La experta en crisis de refugiados añade que probablemente volverá a haber un nuevo pico en el éxodo, que, además del curso de los enfrentamientos en el campo de batalla, dependerá del clima de acogida en otras naciones.
“Mucha gente está evaluando cuáles son las posiciones de los otros países frente a la apertura de las fronteras, hay países como Polonia que se está planteando nuevas legislaciones para bloquear un poco el tránsito. La gente lee esto, lo ve o lee en las noticias, lo conversa y eso también frena un poco su toma de decisión, a la expectativa de cuánto más van a seguir los países ayudando a los refugiados ucranianos”, remarca Medina.
Hoy, un año después y con una guerra que promete extenderse, son muchos los desafíos a resolver para quienes se ven forzados a dejarlo todo por las ambiciones ocupacionistas de Rusia, mientras a la par encaran traumas, pérdidas y desarraigos.
El costo en salud mental es enorme, con tasas de ansiedad y depresión que se disparan. Este es otro reto y prioridad a ser atendida.
Cuando todo es una incógnita, Oksana, Yuliya, Roma, Mariia, Olga, Yehor, Anastasiia y Roman coinciden en que se enfocan en el presente sin esperar mucho del futuro. Es una de las lecciones que les deja la guerra, aunque no dejan de soñar con volver a casa.
Hoy, un año después del mayor conflicto en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial, han encontrado seguridad, pero no la paz. (France24)