En los últimos tres años alrededor de 300 comercios de Villa Mercedes cerraron
La pandemia, la inflación y los impuestos se volvieron un combo destructor que no le permitió reabrir a la mayoría. Acá, la opinión de los que no pudieron hacer frente a las tasas municipales ni a los alquileres, y de los que sí encontraron cómo reinventarse para llevar adelante sus emprendimientos.
Basta con recorrer el centro de la ciudad para comprender que en los últimos años los comercios sufrieron el más fuerte coletazo de la crisis económica. Y aunque pensar en la pandemia trae los peores recuerdos, es inevitable revolver sobre el padecimiento que fue no poder trabajar y sin embargo tener que cumplir con los tributos municipales.
“Fue muy triste”, todavía repiten los que se sostienen, y los que accedieron a dialogar con El Chorrillero.
Los locales vacíos son los vestigios de todo eso que ocurrió. Las consecuencias que no pasan desapercibidas. Se entrecruzan los sentimientos. Dejaron atrás un pasado, que no se olvidan, y ahora la siguen peleando.
Con 60 años de trabajo en la panificación, Mario tuvo que cerrar la empresa familiar que conducía. “Cuando vino la pandemia ahí me pegó el golpe durísimo, y cuando salimos de eso no me pude recuperar entonces dije ‘me estoy poniendo grande, no voy a seguir trabajando para el Estado’”, relató. No pudo seguir y se declaró en quiebra.
“Con los que hablo, ya están cansados de trabajar, pagar impuestos altísimos, llegar a fin de mes y empezar a juntar de nuevo para pagar los impuestos”, señaló.
Jorge Becerra cerró el Parripollo Pedernera, entre Colón y Mulleady. Él analizó el costo al que treparon los alquileres: “No están al alcance nuestro”.
“Estaban muy bajas las ventas también. Estamos re mal. También es un tema tener un negocio abierto por el tema de la leña, de la Municipalidad. No le puedo dar la baja a la tasa de comercio porque el dueño debe impuestos, cada vez se me hace más. Uno se preocupaba, estaba casi todo el día en el trabajo. Con los impuestos se te van los fondos, los pocos pesos que podés ahorrar”, señaló.
“Pato” Rivarola tampoco pudo sostener su agencia de quiniela: “La gente empezó a jugar menos, y el alquiler aumentaba, entonces el negocio no anduvo”.
“Durante los últimos 3 años el comerciante mercedino fue perseguido, maltratado y ofuscado por la gestión del intendente Maximiliano Frontera y la Cámara de Comercio”, analizó por su parte Walter Mastellone, propietario de una panadería de la ciudad.
El rubro, según datos que fueron confirmados por el sector empresarial, sufrió el cierre de unos 300 comercios en los últimos 3 años. Más impuestos, falta de intervención estatal y alquileres que se dispararon junto con la inflación llevaron a todo esto. “El sector no encuentra una salida fácil con un sistema populista que lo arruina”, reforzó.
Por otra parte hizo cuestionamientos hacia los referentes que hoy tiene el sector: “Ya no se escuchan quejas por los altos impuestos, no se visualizan reuniones en su sede social, no hay conferencias de prensa, no se hacen charlas en las universidades ni capacitaciones, no vienen economistas a compartir sus conocimientos con el comerciante mercedino, han convertido una casa independiente en una sede del Kirchnerismo”.
Graciela revivió las restricciones cuando el coronavirus llegó al país. “Me manifesté totalmente en contra de la gestión de Frontera por la injusticia de haber cerrado los negocios, que yo gracias a Dios logré solventar lo mío. Igual me siguieron cobrando el alquiler, tuve que seguir pagando los impuestos y todo. Salí a la calle, estuve en las manifestaciones en la plaza e inclusive apoyando a los camioneros”, así remontó los días cuando los inspectores municipales hacían multas y los dueños de los negocios se resistieron a eso, en defensa de las fuentes laborales.
Franco Fernández es gastronómico. Tenía su local a dos cuadras de la plaza San Martin y cerró su local tras la pandemia. Ya no pudo pagar el alquiler. “Era muy alto y tenía muchos empleados. No lo pude aguantar. Era mi único ingreso y se re complicó. Fue durísimo”, relató.
Ahora volvió pero gracias a una fusión que hizo con Ariel, de Parrilla Punto quien cerró sus puertas después de 13 años. Ahora están en Mitre y Corrientes y se llaman “Punto Mytre”. Sin embargo contó que por la crisis la siguen “tecleando”.
“Somos muchos bares para la ciudad que tenemos, o para el consumo que tenemos. Creo que después de la pandemia se habló eso con el Intendente. Viste que cuando un soldado se cae se levanta otro. Hoy desde la Municipalidad no hay un control de los bares. Hemos repartido tanto la torta… ahora en invierno vas a tener que hacerle la nota a más de 10 seguro. En la ciudad no tenemos un turismo constante, y cuesta mantener el rubro”, sostuvo.
Tuvo en cuenta todos los gastos que llevaron a muchos a la quiebra, y después no pudieron regresar con sus emprendimientos: “Lo que planteamos desde lo gastronómico es que tenemos tasa comercial, luz comercial. Estamos asfixiados entre los impuestos. Una libreta sanitaria te vale $12 mil, una libreta comercial va desde $9 mil hasta $40 mil de acuerdo a la actividad. Cambiás plata y te mantenés”.
“En mi caso personal fue post pandemia, donde se juntaron los alquileres, los impuestos, y bueno, no daba el número para pagar. Se juntaron muchas deudas y nunca hubo ayuda de nadie, de nada. Ni del Gobierno. Solo pedíamos una reducción o pagar los impuestos anuales divididos en el año posterior para tratar de pagar la deuda. Se quiso buscar cosas para que se trate de dar una mano. Se me juntaron 8 boletas de gas, 8 de luz, alquileres… nunca nadie intervino. Yo no soy de ningún partido político, un simple comerciante, pero nunca tuvimos apoyo de ningún lado”.
Al mismo tiempo consideró los planes de $100 mil que daba el Estado: “Pero yo debía $300 mil, era clavarme más. Echarle un balde de agua más al barco que se me estaba hundiendo. Necesitábamos un subsidio de luz gas. Fue duro cerrar después de varios años de trabajo”.
Eduardo Rebottaro tiene un local de repuestos de autos, y fue uno de los comerciantes que en su momento sufrió “la persecución de la Municipalidad” con las inspecciones y sanciones. En medio de las dificultades se sostuvo.
“El municipio estaba como acéfalo, porque recibía órdenes del Comité de Crisis. Hizo bastante daño a todo el comercio. Me metieron un acta falsa porque estábamos parados frente a la Municipalidad y opinábamos diferente a lo que ellos hacían. Porque defendíamos trabajar. Una cosa de locos. Esta gente tiene esa metodología. Si vos estás en contra de eso, en contra de cómo opinan ellos, te persiguen. Es la forma que tienen de hacer política”, comentó.
Jorge Landaburu bajó las persianas de su restaurante, pero se pudo reinventar. Ahora vende pizzas en Betbeder y Pablo Lucero. “No pude seguir pagando el alquiler, eran muchos gastos para afrontar después de la pandemia. Me ha ido bien, y no quiero volver a renegar”, dijo.
Notas: Sonia Schoenaker.