Venta de drogas, robos y vecinos de rehenes: se organizaron y derribaron un aguantadero de delincuentes
Cansados de los permanentes hechos delictivos, habitantes de diferentes barrios de la zona oeste de la ciudad tomaron iniciativa propia ante la falta de respuestas de las autoridades provinciales.
Acorralados por la inseguridad y casi dados por vencidos ante los constantes robos, vecinos de los barrios Las Cazorlas, Santa Rita y el 56 Viviendas decidieron salir a la calle y tomar la grave situación por las astas, ante la falta de acción del Gobierno provincial.
Con una manifestación que incluyó una quema de gomas en la intersección de las calles Europa y la continuación de avenida España, pidieron derribar una vieja estructura abandonada que era utilizada como aguantadero por los delincuentes.
El lugar era un sitio estratégico para los malvivientes. Según el testimonio de los propios vecinos, se reunían para consumir drogas, esconderse de la Policía y también para ocultar los objetos sustraídos.
Puntualmente, está ubicado justo al frente del Club Defensores del Oeste. Antes el edificio era utilizado para el cuidado de caballos y hace aproximadamente cuatro años que está abandonado. La falta de luz del predio agravaba las cosas.
Así, durante la tarde de este viernes una retroescabadora avanzó contra la estructura y derrumbó todas las paredes. Los habitantes que se hicieron presentes la consideraron como una victoria propia debido a que, si no hubiese sido por ellos, “todo seguiría igual”.
De acuerdo al testimonio de varias personas, la inseguridad que ataca a las familias alcanzó su pico máximo. Consideran que son rehenes de los delincuentes y que “ya no se puede vivir de la misma manera”.
“Justicia por mano propia”
El Chorrillero recogió algunas declaraciones. De entrada, pidieron ocultar su identidad para no sufrir represalias. Es el miedo.
Alberto explicó que están “cansados de que la inseguridad se profundice en el barrio”. Fue esto lo que llevó a organizarse. Crearon un grupo de WhatsApp y surgió la idea.
“La gente se cansó y empezó a tomar decisiones por mano propia. Este es un ejemplo”, relató y agregó que los robos son “cada vez más violentos”, incluso anoche dos comercios fueron asaltados.
“Están muy agresivos. Llegan, te patean la puerta, ingresan y no les importa si hay niños o quién vive. Siempre te están observando. Te controlan. La Policía sabe bien quienes son, los conocen, la gente del barrio los conocen bien, por nombre y apellido. Pueden llegar a detenerlos, pero la Justicia los suelta”, contó.
Sobre el aguantadero, Alberto fue claro: “Los delincuentes no solo ocultaban las cosas robadas en este lugar, sino que lo usaban para esconderse de la Policía. Utilizaban un callejón, la parte de atrás es una fábrica abandonada inclusive. Lo utilizan para drogarse”.
La penetración del consumo de estupefacientes es otra preocupación. Señaló que el flagelo ya es “permanente” y casi “normalizado”.
“Están en todas las esquinas. Ya no les dan importancia, la Policía los ve y no hace nada. En cualquier esquina que pases, hay cuatro o cinco chicos que fuman como si fuera un cigarrillo”, completó.
La esperanza del hombre es que, con esta acción, mejore la seguridad. “Por lo menos (los malvivientes) saben que estamos en alerta, se dan cuenta que no vamos a aguantar nada más”, dijo.
Sonia, madre de dos nenas y otra vecina del lugar, comentó que “ya no se puede vivir de la misma manera” ante la escalada de los hechos delictivos. En menos de cinco meses tuvo que lidiar con tres robos.
“Pasan a cualquier hora del día, a la noche, madrugada, ya no importa. Uno no puede dormir, no se puede tener la puerta abierta, ni la ventana porque espían constantemente, miran, observan quien está en la casa”, puntualizó.
En otro tramo de la entrevista, precisó que, más allá de las denuncias y la voluntad de brindarle a la fuerza de seguridad las imágenes de los ladrones, “no se hace nada”.
“La Comisaría (6ta) está a cuatro cuadras. Los llamamos y llegan a la hora y media. Es por eso que hemos optado por hacer justicia por mano propia entre los vecinos. Salir y combatir nosotros mismos la delincuencia”, aseveró.
También le sumó otro dato: es que presentaron notas al ministerio de Seguridad y a la Municipalidad para pedir soluciones urgentes.
Explicó que el crítico escenario en Las Cazorlas se observa desde hace dos años, aproximadamente, cuando comenzaron a proliferar los “quioscos de drogas”.
“Vienen a comprar de otros barrios, todos lo ven, de paso entran a robar a las casas”, añadió.
De esta forma, reveló que viven con miedo: “Nos la pasamos encerrados, de rehenes de los delincuentes. De forma permanente observamos las cámaras para protegernos. No podemos vivir de esta manera, es inaguantable, todos los vecinos que estamos acá somos trabajadores”.
Y culminó con un fuerte mensaje: “Es una vergüenza, del barrio solo se acuerdan cuando hay elecciones, mientras tanto no, no aparece nadie”.