El drama de la inflación en los comedores populares de San Luis: disminuyeron las donaciones, se redujeron los días de entrega y aumentó la asistencia
Así lo aseguran los referentes que están a cargo de entregar diariamente alimentos a cientos de familias. Además, expusieron que se abandonaron las comidas elaboradas, se achicaron las raciones y explicaron la angustia que atraviesan cuando les toca decir “no hay”.
Los sectores populares de San Luis son quienes más sufren la crisis inflacionaria que se instaló en el país. Miles de niños y adultos dependen de los comedores sociales que permiten sostener el frágil tejido social y hoy se encuentran atravesando una de las mayores complicaciones: reciben muy pocas donaciones.
Esto ha derivado en que tengan que reducir los días que entregan el almuerzo, hacer raciones de comida más pequeñas, dejar de lado las comidas elaboradas y cocinar con lo que hay.
Otras de las problemáticas es que la concurrencia incrementó, pero los referentes barriales ya no pueden recibir a más personas.
“Hemos tenido que cambiar el menú para los chicos, porque carne ya no donan, muy rara vez conseguimos. Pero de alguna manera nos la rebuscamos. Por ejemplo, usamos por legumbres”, explicaron desde el Comedor El Milagro ubicado en el barrio República.
En diálogo con El Chorrillero contaron que antes recibían alimentos para la merienda, pero eso ya no sucede: “Teníamos donaciones de pan o tortitas y ahora no. Quienes más nos ayudaban eran casas particulares, pero eso quedó atrás, porque ya a casi nadie le sobra”.
Reveló que “hay mucha demanda”, pero ya no puede anotar a más personas. “Tenemos 60 niños a quienes le damos la merienda, y la comida a 130 más, no podemos estirarnos porque no conseguimos donaciones, no damos abasto”, precisó.
El escenario que vive el Comedor Luz de Esperanza es desolador, ya que por la falta de alimentos dejaron de cocinar: “No nos da el bolsillo, ni para la carne, ni para la verdura, por ahí se consiguen fideos, pero no podemos dar fideos blancos porque no tenemos nada con que acompañarlo”.
Dieron a conocer que por ahora entregan meriendas a 40 niños y que deben prender fuego porque no cuentan con el servicio de gas.
“Cuando recibimos alimentos se los entregamos a las familias para que puedan comer. Las donaciones bajaron muchísimo, cada vez se hace más difícil conseguir azúcar o harina”, señalaron.
En el mismo asentamiento, Ramón junto a su esposa Rosa intentan a diario ayudar a vecinos, sobre todo a los más chicos. Tiempo atrás contaban con un comedor llamado “Semillero” pero tuvieron que cerrar porque “no hay quienes donen comida”.
“Cocinamos cada vez que nos donan, avisamos por un grupo y los chicos vienen porque hay mucha necesidad en el barrio. Antes por lo menos podíamos dar los martes y los jueves, pero ya no tenemos recursos y colaboramos con lo que nos da la huerta”, expuso Ramón.
Lamentó que, a pesar de haber golpeado miles de puertas, no han recibido ningún tipo de solvento: “Está todo tan mal, y el que más colabora es el que menos tiene. Nos preguntan constantemente y nos parte el alma no tener para darles”.
La situación se replica en la zona norte de la capital, más precisamente en el barrio Eva Perón. El comedor Estrellita de Belén dejó de alimentar a los niños diariamente, ahora solo lo hace tres veces a la semana.
“Estamos cocinando medio día y ya no conseguimos ni los paquetes de fideos, ni carne, ya no sabemos qué hacer, no hay plata que alcance”, detallaron.
Y añadieron: “Con el tema de las donaciones cada vez cuesta más y se han sumado muchos chicos. Nosotros le damos a 80 y a las mamás embarazadas y abuelos”.