VILLA MERCEDES
Javier Valenzuela, el vendedor de plantas de 75 años que camina hasta el centro para ganarse la vida
Es oriundo de Chile y hace 30 años que vive en Villa Mercedes. De lunes a viernes vende plantas y hierbas para el mate en una esquina del centro.
Por Sonia Schoenaker
Durante la semana, Javier Valenzuela se traslada desde su casa ubicada en el Barrio San Antonio hasta la esquina de Lavalle y Riobamba, en el centro de Villa Mercedes. Allí ofrece sus plantas y hierbas a los vecinos que pasan. “Tengo tantos años que por ahí me cuesta mucho, pero lo hago con amor, sé que voy a tener una moneda para el día de hoy y para el día de mañana, así que siempre lo estoy haciendo”, contó en diálogo con El Chorrillero.
Todas las mañanas, Valenzuela carga con su mercadería el carro verde que se une con un enganche a su bicicleta y camina junto a ella hasta la zona comercial. No se sube porque sus piernas ya no tienen la fuerza suficiente para pedalear. “Yo no ando en la bicicleta, la llevo a la par. Todos me dicen por qué no me compro una moto, pero no da el dinero”, aclaró.
Este medio de movilidad viaja lleno de pencas, cactus y suculentas. También tiene paquetes de peperina, burrito, cedrón, poleo y otras hierbas digestivas que arma y etiqueta en su casa. Además, vende miel envasada que le compra a un conocido.
“Antes hacía pan casero, pero no conviene hacerlo por la leña, la sal, la grasa, la levadura”, aseguró. Esto no le funcionaba porque eran “muchos gastos y poca entrada”.
El amor por las plantas nació en su casa materna. Es oriundo de Chile pero la vida lo trajo a la Argentina hace 50 años.
“Mi madre siempre tuvo muchas plantas. Lo que tengo no es un vivero, pero las plantitas que voy teniendo las voy trayendo”, dijo.
Señaló igual que le cuesta vender y que por eso “las plantitas pasean”.
“La gente quiere gastar, pero no puede”, sostuvo. Y aseguró que lo que más lleva la gente es la peperina para el mate.
“Hace 30 años que vendo plantas. Antes vendía donde era el Supermercado Vea, y de allá me salí porque los taxistas me hacían renegar, me escondían las plantas. Y acá estoy solito, no me molesta nadie”, contó.
Sostuvo que el cambio de ubicación fue positivo: “Hay más movimiento en el centro, y la gente me conoce. Por ahí me buscan o doy una vueltita y los busco”.
Javier admite que con el cierre del banco Supervielle que estaba ubicado sobre la calle Buenos Aires, a metros de su carrito, “murió un poco” el movimiento de la zona. “Pero no importa, como la gente me conoce, me encuentra”, manifestó.
Vive con “Sánchez”, un hombre que crió desde pequeño.
“A los dos hijos que crié los conocí trabajando. Trabajé en el Automóvil Club. Uno de los chicos siempre me daba una mano y se quedó conmigo”. Su otra hija vive en Buenos Aires y hace 10 años que no tiene comunicación con ella.
Llegó a Villa Mercedes en los años 90’ acompañando a una amiga que tenía una enfermedad crónica: “Vine viajando de Buenos Aires para darle una mano a esa señora. Ella me ofreció de venir unos días y después me preguntó si me quería quedar. ‘Voy a probar’, le dije y me vine de Buenos Aires con un bolsito, un pantalón, una remerita y un saquito, nada más”, relató. Y así fue que se quedó.
Sostuvo que en su familiar siempre se priorizó el trabajo. “Todos somos trabajadores, emprendedores. Mi abuela murió en la calle vendiendo pan casero”, recordó.
Se considera “muy creyente” y siempre que puede se acerca a la Iglesia Evangélica: “Doy gracias a Dios porque él es bueno. Él es el que me ha dado las fuerzas necesarias para seguir adelante”.
“No vendo millonada, pero sí para el sustento diario. Dios me da la oportunidad. Él me da salud, son días prestados estos que uno vive”, dijo para cerrar el relato de su historia.