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VILLA MERCEDES

La mamá de Franco Maranguello: “A mi hijo me lo mataron en una celda sin luz y llena de agua”  

Tenía 16 años cuando “lo levantaron” de la calle porque violaba la cuarentena. Horas más tarde murió en una celda de la Comisaría del Menor en Villa Mercedes. “Por qué no se lo entregaron a mi hija que vivía cera”, se pregunta todos los días desde hace tres años.

Fotos Denise Vargas
Sandra Braco abrazada al recuerdo.

por Catalina Ysaguirre

elchorrillero.com

Actualizada: 30/04/2023 08:54

Sandra Bravo se abraza al único cuadro que sostiene la foto más grande de su hijo. Ya se cumplieron tres años del fallecimiento de Franco Maranguello pero el dolor no se cura. Sonríe y agradece a los periodistas que todavía hablan del caso, pero no se resigna y sigue pidiendo justicia.

Todos sus días no son iguales. A veces el recuerdo de Franco la desvela, y no tiene ganas de levantarse, y quiere dormir todo el día. Entonces le renacen las fuerzas y sigue: “Tengo un nene de 10 años y mis nietos, que son el pilar que tengo para continuar”.

Vive en una habitación que alquila por $16 mil, con su nene de 10 años. Todos sus muebles están amontonados. Y cuando le abrió las puertas a El Chorrillero pidió disculpas por el lugar humilde que habita. Un monoambiente donde el baño es compartido por varias familias.

Tantas veces la golpeó la vida que ya perdió la cuenta. Solo sabe que nada ha sido fácil, que las heridas están abiertas, pero se mantiene de pie. Franco fue el segundo hijo que le tocó enterrar. No hay explicación para todo eso.

Hace 3 años a Franco “lo levantó” la Policía porque estaba en la esquina de la casa. Era plena pandemia y regía el aislamiento obligatorio. Su mamá todavía se pregunta “por qué se lo llevaron y lo encerraron en una celda”, por qué “no se lo entregaron a su hermana, que vivía muy cerca de allí”.

Sandra relató con detalles lo que pasó ese día. El 24 de abril de 2020. Ella se encontraba trabajando cuando los efectivos subieron a su hijo a un móvil. Nadie podía imaginarse que ese era el último viaje que haría, se iba para siempre.

“Lo llevo en mi corazón para el resto de mi vida, y recordar ese día es muy triste”, comenzó diciendo.

“No tengo la menor duda que me lo mató la Policía. Nunca pudo estar en sus planes quitarse la vida, porque teníamos planes de viajar a Buenos Aires, de tener nuestra casa, o de comprar un terreno”, señaló. La última vez que lo vio fue en la casa donde vivían juntos: “Le había prestado mi celular para escribirse con la chica, y cuando volviera me dijo que le iba a seguir escribiendo. No había ningún motivo para que tomara una decisión así”.

A las 20 de ese día le avisaron que fuera a la Comisaría de Atención a la Niñez, Adolescencia y Familia (que está ubicada en el Barrio Belgrano) porque ahí estaba Franco. Pensaba que iban a entregárselo, pero lo que vino después terminó de quebrar su alma.

“Los policías empezaron a dar vueltas, a correr para todos lados y ahí me di cuenta que algo pasaba, y empecé a desesperarme. No me dejan entrar, se juntan periodistas y por intermedio de ellos que hablaban me entero que mi hijo estaba muerto. No sabían qué decir, nunca salió un policía a darme explicación. Me dio un ataque de nervios, y los policías me dijeron que me tranquilizara porque me iban a detener”, revivió.

En ese momento llovía. “A las 3 de la madrugada me hacen entrar a la Comisaría para que hable con una psicóloga, que dijo cosas que no tendría que haber dicho en el momento. Me comentó que iba a llegar el intendente y que podía pedirle una casa. Yo no podía pensar en una casa, cuando tenía a mi hijo muerto ahí”, agregó.

El joven estaba tirado adentro de una celda fría, pero no dejaron que lo vea. De ahí la trasladaron hasta la Jefatura donde le tomaron una declaración. “Recién pude verlo a las 6 de la mañana en la morgue y tuve que hacer lío. Fue un golpe muy duro. Lo había dejado en mi casa y me lo entregaron en un cajón para sepultarlo”.

“Él no tenía motivos para hacerlo. Era muy alto, medía 1,80. Es imposible que pudiera ahorcar con la misma remera, porque tenía ninguna rajadura, no se rompió. Me dijeron que hizo encima, pero cuando me entregaron la ropa no tenía nada. También que le hicieron primeros auxilios. La celda no tenía luz y estaba mojada. Fue una de mis nueras las que entró y vio todo eso. Él estaba descalzo”, agregó.

Cuando le entregaron el cuerpo se pudieron constatar las heridas que tenía. “Moretones en la rodilla, en el antebrazo y le salía sangre de la cabeza. Hasta el día de hoy no tengo explicación, solo que él se quitó la vida.

“Para mí está todo claro, está involucrada la Policía nunca se va a saber la verdad. Hicimos empanadas para pagarle a un forense que dijo que es imposible que hubiera sucedido eso. Qué más pruebas tenemos que presentar”, dijo.

Tuvo en cuenta todas las irregularidades que se cometieron alrededor de la detención: “Lo llevaron, lo detuvieron, supuestamente en un lugar donde tenía que tener contención, no dejarlo solo. Tenía que haber alguien, pero no había ni luz, estaba lleno de agua. Ni a un animal se lo puede tener de esa forma”.

“Sigo pidiendo justicia. Que los responsables paguen, como cualquier persona que comete un error y paga con la cárcel. No porque sean policías se debe ocultar todo”, reclamó.

Insistió que “Franco no tenía antecedentes, sí lo habían llevado por faltar a la cuarentena una vez anterior, cuando estaba comprando a dos cuadras”.

La primera versión oficial fue que al joven se lo llevaron porque “estaba en situación de robo”, y después “porque no tenía DNI” y había violado las medidas de restricción del momento. “Sí tenía el documento encima, porque luego me lo entregan”, afirmó la madre.

Franco había dejado sus estudios: “Trabajaba, se le puede preguntar a cualquiera. En la esquina de plaza Pedernera lavaba autos y así me ayudaba a mí. Era bueno, era mi compañero, porque vivía conmigo. Cuando tenía tiempo libre me cebaba mates, me confiaba sus cosas. Cuando me quebré y estuve 8 meses sin trabajar dejó la escuela para ayudarme. Siempre estaba conmigo, y me defendía”.

“Él quería estudiar, pero veía que a la vez que yo no podía, y me ayudaba. Hablábamos de vivir mejor, tener una casa, comprar un lote, siempre hablábamos de eso. Por ahí lo extraño mucho, es imposible, pero tengo que sacar fuerzas, por mi nene de 10 años, mis nietos y son mi pilar para seguir. Ellos me necesitan”, comentó.

En sus deseos también está que esto “no le pase a nadie más”.

“Hay muchos casos de maltrato policial que no se dan a la luz porque la gente tiene miedo, porque las familias son humildes. Pero yo voy a seguir adelante hasta las últimas consecuencias para que la Justicia siga investigando y paguen los responsables. Siento que no le tomaron valor a su vida, por su edad o por ser humilde, y es injusto”, dijo porque la causa fue archivada.

Ni el gobernador ni ninguna autoridad nunca la llamaron, aunque sea como una señal de solidaridad y acompañamiento, y a ellos les dedicó un mensaje: “Hay mucho abuso de autoridad, donde son amenazados y golpeados. Eso debe cambiar. Si esto le hubiera tocado a uno de ellos, hubieran movido cielo y tierra. Tendrían que ponerse la mano en el corazón. Mi hijo no era un animal”.

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