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Abuso sexual infantil: cómo acompañar a las víctimas y cuáles son los pasos legales

NA dialogó con la fundadora y presidenta de Red Viva Sara Barni y con la psicóloga Amparo Palma acerca de este tipo de delitos.

Segun Unicef hay 1 de cada 5 chicas y 1 de cada 13 chicos ha sido victima de abuso sexual.
Actualizada: 01/05/2023 23:03
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El delito de abuso sexual infantil está penado por el artículo 119 del código penal y establece, en su primer párrafo, las bases sobre las cuáles se construye: prevé que hay abuso sexual cuando la víctima es menor de trece años; cuando media violencia, amenaza, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de autoridad o de poder; o en cualquier caso en el que exista un aprovechamiento de que la víctima no puede consentir libremente la acción.

El texto explica que, hasta los 13 años no existe ningún tipo de consentimiento válido ya que no existe acto sexual con un menor de trece que pueda considerarse consentido. En este sentido el código asume, sin admitir prueba en contrario, que no existe consentimiento y que se trata de un abuso sexual.

En tanto, entre los 13 y 16 años, existe la posibilidad de consentir, pero también es posible que ese consentimiento sea consecuencia de un aprovechamiento por parte del mayor de edad, y de la inmadurez sexual de la víctima menor de 16 (aunque mayor de 13). En ese caso estaremos bajo la órbita de la figura de “estupro”. A partir de los 16 años existe la posibilidad de consentir libremente y sólo la falta de ese consentimiento habilitará la intromisión del derecho penal.

Un punto que no tiene variables: siempre que no exista consentimiento se considera delito por violencia sexual. De acuerdo con los datos de UNICEF 1 de cada 5 chicas y 1 de cada 13 chicos ha sido víctima de abuso.

Según explica la psicóloga con perspectiva de Género Amparo Palma, “para las infancias y adolescencias, el abuso sexual es un quiebre en su estructura psíquica para siempre: se rompe su inocencia y el mundo se le presenta como algo hostil de lo que se tiene que defender. Las secuelas, a su vez, los acompañan durante toda su vida”.

Son muchísimas las veces en que las víctimas de abuso sexual infantil no logran alzar la voz inmediatamente después de haber vivido violencia sexual: el miedo, la culpa y las manipulaciones provocadas por los mayores los silencian hasta que las secuelas de lo vivido, muchas veces, ya no pueden ocultarse. Entonces, salen a la luz desde regresiones físicas, ataques de pánico, enuresis, cambios en la alimentación y el sueño, retrocesos en el aprendizaje, hasta escenarios auto lesivos.

Por su parte, las y los familiares de las víctimas, en la gran mayoría de los casos, tampoco saben cómo acompañarlas ni cuentan con la información necesaria para dar pasos seguros en el largo camino judicial.

En este contexto, Sara Barni, Fundadora y Presidenta de Red Viva – recientemente seleccionada para disertar en el FMDDH de la Unesco por el rol de la niñez en los procesos judiciales-, cuanta a NA que “en el 90 por ciento de los casos, las personas que logran denunciar llegan a nosotros con la consulta de cómo seguir luego de denunciar ya que no los han vuelto a llamar”.

Y detalla: “Desde Red Viva, lo primero que hacemos es la interconsulta con la Dra. Ana Castrucci, Directora del Hospital de la Matanza para que reciba al niño, niña o adolescente y puedan activar el protocolo de abuso, análisis y revisión médica para descartar alguna enfermedad de transmisión sexual (ETS). Luego, con ese informe se presenta en la Fiscalía para que se proceda a la investigación y las medidas de protección necesarias. Este sería el procedimiento más adecuado de lo qué debe hacer una mujer (o quien esté a cargo de la víctima presuntamente abusada) para llegar a la justicia”.

Asimismo, Barni reconoce que, en su camino como acompañante protectora de madres y víctimas de delitos sexuales infantiles (con más de 1200 causas acompañadas y casi una década de trabajo intenso), aprendió “a transformar el miedo en conocimiento aprovechándolo en cada nueva causa”. En 2014, su propio mundo se derrumbó cuando su hija mayor denunció los abusos de su padrastro.

-¿Cuáles son los principales obstáculos que se presentan al momento de denunciar?
-Las mujeres que van a radicar la denuncia generalmente vienen de un shock muy fuerte: se acaban de enterar que un ser querido por ellas y sus hijos en algún momento, está siendo denunciado por su hijo/a por delitos aberrantes. Por eso quienes acompañamos en esta ruta crítica priorizamos brindar calma y contención.

Quienes vayan a denunciar tienen que saber que, en el área penal, que es donde se va a investigar el delito, no son ellas quienes deben ser periciadas, sino el acusado. Como hay menores involucrados, a su vez, tienen que saber que en estas causas se abren expedientes de Familia, donde tampoco deben concurrir a periciarse ni a ninguna entrevista encubierta, algo que a veces sucede y logra correr el foco de lo que verdaderamente ocurre, que es el abuso que se va a denunciar.

Un temor frecuente entre las madres y familiares de las víctimas de abuso sexual infantil está basado en una pregunta que muchas veces cuesta responder: ¿por qué nuevos escenarios traumáticos podría tener que pasar el menor para demostrar el abuso? En este sentido, ¿qué podrías destacar en relación a las herramientas legales con las que cuentan las madres o familiares responsables de las víctimas?

– Es importante que sepan que por el artículo 25 de la Ley de Protección Integral a las Mujeres (26.485), por ejemplo, el protocolo de cámara Gesell permite que alguien acompañe a sus hijos/as, se trata de evitar por prejuicios pero se puede acudir a la figura de acompañante protectora, sea una persona de confianza sin ningún título, una psicóloga, una abogada, que no tendrá el rol ni interferirá con la entrevistadora que es la única que puede tomar esa prueba, sino que será sostén emocional de una víctima de violencia.

También es fundamental que sepan que, debido a la Ley de víctimas de delitos, pueden presentarse en los expedientes de Familia causas penales o administrativas, siempre a pedido de la víctima y como sostén emocional y al ser leyes de orden público deben respetarlas en todo el país.

La polémica por la prescripción de causas antiguas por abuso sexual infantil
Como ocurrió con el caso de Luca Benvenuto, quien a fines de 2020 denunció después de más de 10 años a su presunto agresor, el conductor de TV y músico Jey Mammon, y se encontró con que la causa había prescripto. Al igual que Luca, miles de víctimas de violencia sexual infantil se encuentran con el freno de la justicia cuando deciden denunciar un abuso sucedido hace años. El motivo principal: Se trata de casos ocurridos antes de las últimas reformas del Código Penal de 2011 y 2015, conocidas como Ley Piazza y Ley de respeto a los tiempos de las víctimas respectivamente, con las que se prolonga el plazo para poder denunciar sin que la causa prescriba.

En este sentido, Mónica Macha, diputada nacional del FdT, presentó a mediados de abril de este año un proyecto de ley para que no prescriban los delitos sexuales contra las infancias, tras considerar que los efectos provocados tras un delito sexual en la niñez o adolescencia no prescriben ya que “sus marcas, su dolor, sus huellas no tienen tiempo".

Pautas de alarma: Cómo reconocer un abuso sexual infantil
Según explica Palma existen síntomas generales en el aspecto psicológicos y una serie general de síntomas físicos. Aunque aclara que, ambos pueden variar de acuerdo a la edad de la víctima y las particularidades vividas en el caso de haber sido abusadas.

En las infancias: sintomatología general

“En infancias mayores de dos años, que ya logran hablar y contar lo que les pasa, el indicio de un abuso podría percibirse a través de los dibujos y el juego: suelen dibujar las escenas vividas y contártelas. En este punto es fundamental recordar que los niños nunca mienten y que no tienen registro de la sexualidad del adulto. Por eso, cuando un niño/a comienza a contar escenas sexuales nunca está inventando ya que no sabe de dónde tomar esa información”, expresa la psicóloga consultada.

La Educación Sexual Integral (ESI), en este sentido, es clave para que los menores aprendan a decir las cosas por su nombre y puedan explicar aspectos referidos a la intimidad, a la privacidad y a la confianza.

“Entre los síntomas psicofísicos más comunes se observan regresiones con eunoresis o eucopresis, miedos repentinos porque el mundo se vuelve muy inseguro, se evidencia el escenario de culpa por creerse responsables de lo que ha sucedido, puede haber cambios en el sueño y en el apetito, incapacidad para aprender, entre muchos otros aspectos”.
Y resalta un consejo: “Siempre es muy importante mantener el vínculo de confianza donde siempre sepan que pueden contarnos la verdad. No dudar de su relato. Contenerlos y escuchar de manera activa”.

En la adolescencia: sintomatología general

En este período, según cuenta Palma, se puede volver más complejo ya que cuentan con información sobre sexualidad, pero aun así no cuentan con las herramientas para procesarla psíquicamente, sobre todo cuando se tratan de hechos vividos sin consentimiento.

En la pubertad, cuando el cuerpo va más rápido que la cabeza y se presentan a diario múltiples escenarios que todavía no saben manejar, el terreno para el abusador se presenta fértil ya que son fácilmente manipulables. Por eso, en esta etapa, el abuso primero siempre es psicológico antes de llegar al escenario sexual.

En tanto, entre los principales síntomas a tomar en cuenta, Palma recomienda prestar especial atención ante la aparición de actitudes de retracción social, como puede ser un repentino deseo de estar en soledad todo el día, sin querer hablar con nadie ni querer salir de la casa. “Los comportamientos adictivos en general deberían de ser una pauta de alarma: consumo de drogas o alcohol, usar video juegos en exceso, estar todo el día viendo series sin hablar con nadie”, ejemplifica.

También podría ocurrir todo lo contrario, es decir, la hipersexualización, exponiéndose constantemente a situaciones de abuso como un modo de negación o buscando ponerse en el lugar del adulto abusador.

“Pueden aparecer acompañados de ataques de pánico, brotes psicóticos, miedos irracionales, alteraciones en el sueño y en la alimentación y hasta puede haber autolesiones. A su vez, puede ocurrir o que no quieran ningún tipo de contacto físico o, por el contrario, que lo busquen de manera excesiva”, finaliza Palma.

El abuso sexual infantil en números
Según datos de Red Viva

Dónde sucede el abuso:

53 % en el hogar de la victima
18 % en la vivienda del agresor
10 % en la casa de un familiar
Cuál es la edad de las victimas:

47 % entre los 6 y 12 años
28 % de 0 a 5 años
25 % entre 13 y 17 años
Quiénes son los agresores:

75 % un familiar
40 % el progenitor
16 % la pareja de la madre
Cuál es el género de los agresores:

89 % son género masculino
7 % son género femenino
4 % de los casos no hay datos (NA)

 

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