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CASO GRAMAGLIA

Una “semilibertad”, conflictos con penitenciarios y problemas anímicos y psicológicos: el último tiempo de Figueroa en la Colonia Penal

El abogado Héctor Zavala contó cómo vivía el hombre de 61 años, en un “ranchito”, dedicado a actividades de siembra y casi en soledad. Dijo no advertir nada extraño recientemente y que podría haberse fugado “durante cinco años, incluso en mejores condiciones físicas”. El condenado contaba con un teléfono, computadora y un auto, del cual la Justicia no ha dado precisiones.

Este viernes se cumplieron cinco días sin novedades del hombre.

por Antonella Camargo

elchorrillero.com

Actualizada: 05/05/2023 22:40

Alberto Figueroa y su paradero siguen siendo una incógnita para San Luis. Se fugó del Servicio Penitenciario provincial el domingo pasado y desde ese momento no hay rastros de él. Desde 2004 estaba detenido por el crimen del kinesiólogo Walter Gramaglia.

Poco se supo en el último tiempo sobre el hombre de hoy 61 años. Recién el domingo se conoció que desde hace cinco años estaba alojado en la Colonia Penal, un lugar ubicado a siete kilómetros de la cárcel, con casi nulas medidas de seguridad y donde solo pueden estar unos pocos internos por “buena conducta”.

El abogado Héctor Zavala lo representa hace dos años y también lo había hecho en 2014 cuando hubo una presentación en la Corte Suprema de Justicia de la Nación. La última vez que fue a visitar a Figueroa fue hace poco más de un mes.

Explicó que vivía en un rancho y las condiciones en que estaba alojado eran de una “semilibertad”. Precisó que tenía salidas transitorias, donde uno de sus hijos lo buscaba y después lo volvía a dejar en el establecimiento. Sin embargo “en los últimos dos años, prácticamente no salía de ahí”.

Sobre el último contacto que mantuvieron recordó que estaba “mal físicamente, de salud y anímicamente”.

“Necesitaba un tratamiento psicológico porque era horrible la soledad. Le había dicho que en su situación debía volver al Servicio Penitenciario y no quedarse en la Colonia. En cierta forma me daba la razón, pero otras veces no. Estaba muy solo y la soledad produce eso, problemas anímicos y psicológicos”, expuso el abogado en declaraciones a El Chorrillero.

En el mismo sentido, dijo que el hombre había sido operado, tenía un stent y posiblemente necesitara otro. Reiteró que “lo veía muy desmejorado”.

Héctor Zavala.

Por otro lado, mencionó que Figueroa “había tenido muchas discusiones” con penitenciarios y realizó las denuncias. Mencionó al menos tres, aunque aclaró que él no intervino en esas actuaciones.

“En una denunció la malversación sobre los bienes de la Colonia por parte del Servicio Penitenciario y en otra agresiones verbales y físicas de un agente en particular”, puntualizó.

Zavala transmitió que intentaba ir a verlo al menos una vez por mes y se quedaba unas dos horas a conversar. “No somos más de cinco personas las que lo hemos visitado ahí”, dijo.

“Tenía un ranchito muy precario donde vivía, que son una letrina y dos habitaciones muy, muy precarias. No tenía ni calefacción. Al frente hay una laguna y del otro lado había otra persona. Él no tenía ningún contacto con esas personas, nunca se hablaban. Y había un guardia en la entrada que está para controlar quién entra y sale. Nada más tomar un registro, pero no está vigilando porque son muchas hectáreas. Para una sola persona es imposible”, detalló.

Contó que Figueroa “tenía mucho trabajo, había sembrado peces en la laguna y tenía un vehículo dentro, un autito viejo que usaba para recorrer las 39 hectáreas”. También hacía tareas con tabaco, piedras y con la cantera del predio. Y disponía de una computadora.

La fuga

“Me sorprendió muchísimo, muchísimo. Como a la persona que había sido su pareja en su momento y a la hija, que también me comuniqué con ella el fin de semana. Nadie esperaba eso”, sostuvo el abogado.

Zavala insistió en que le “llamó la atención” que se haya escapado porque nunca le manifestó la intención y “si lo hubiera querido hacer, podría haberlo hecho durante cinco años, en mejores condiciones físicas, anímicas y mentales”.

Señaló además que Figueroa tenía contacto “una vez al día con el guardia cárcel porque iba a buscar pan y alimento, la comida diaria”, aunque “a veces ni iba a porque se hacía de comer solo”.  

La conducta y los beneficios

Zavala planteó que esta “situación de semilibertad” forma parte de “la progresividad que prevé el sistema para la aplicación de la ejecución de la pena” y afirmó que “no estaba mal la condición que se le había concedido”.

Tuvo en cuenta el “buen comportamiento” de Figueroa y desestimó que tuviera una mala conducta.

“Ha sido muy buena la calificación que le dio el Servicio Penitenciario. Fundó una biblioteca, el centro cultural Martín Fierro, en esa biblioteca hasta se recibieron muchos internos porque tenía conexión a internet, estudiaban ahí y él daba clases. Las discusiones siempre eran con personal y algunas sanciones porque se le encontró un teléfono como mucho. Eso suele pasar, pero no más de eso. No tenía otro tipo de sanciones. No era agresivo”, aseguró el letrado.

El robo de cabras

El abogado comentó que Figueroa estaba “muy interesado en una causa en la que él denunciaba que le habían robado unas cabras, con las que llevaba un microemprendimiento, hacía dulce de cabra, leche de cabra”.

“Lo único que me preguntaba era eso. Si avanzaba la causa, si se investigaba, por qué le habían robado los animales. Para que se vea cuál era la situación de él, el estado anímico y psíquico. No le importaba el resto”, especificó.

En este punto, planteó que Figueroa “no estaba bien”.

El crimen de Gramaglia y el accionar de la Justicia

Zavala rememoró que su primera intervención fue junto a un colega de Buenos Aires cuando presentaron un recurso a la Corte Suprema. Pidieron que se ordenara un nuevo pronunciamiento sobre la condena a prisión perpetua por el homicidio del kinesiólogo. El máximo tribunal de la Nación les dio la razón.

“El Superior Tribunal de San Luis dictó un nuevo pronunciamiento. Le sacaron a la condena la calificación de homicidio con la participación de dos o más personas porque no se había aprobado la existencia de una tercera persona, estaba Figueroa, Martínez y nada más”, especificó.

Sin embargo, señaló que aunque bajaron la calificación quedó por alevosía: “Él había sido condenado apenas un tiempo después de que entró en vigencia la Ley Blumberg, que agrava las penas para cierto tipo de delito”.

Tuvo en cuenta otra presentación tras “descubrir que el ADN que se atribuía a Soria (otro implicado) en una cinta de embalaje que estaba en la cabeza de Gramaglia era falso”.

“Pedimos intervención de un laboratorio químico de Capital Federal. Analizó las muestras y determinó que no eran ni de Figueroa ni de Martínez las muestras que estaban en la cinta. No sabemos si de Gramaglia se compararon los ADN”, agregó.

En este punto, planteó que eso “era la principal prueba que lo vinculaba con el embalaje, con el cuerpo en sí”. Ante la presentación al juez Ariel Parrillis, éste admitió que “hubo alguna alteración, tal vez en la prueba humana, pero ahí quedó todo”.

Volvió a tener contacto con el hoy prófugo hace dos años cuando la ONG internacional Innocence Project pedía interiorizarse sobre el caso algunas fojas del expediente.

“Volví a asumir su defensa. Pedí esas fojas, pero hasta el día de hoy no aparecen. El interés de la ONG es porque cree que ha sido injustamente condenado”, indicó.

A su vez, aclaró: “No estoy hablando de la inocencia de Figueroa, de Martínez, ni de los demás imputados. Lo que estoy diciendo es que la causa tiene muchísimas, pero muchísimas anomalías. Y que no se respetó el mandato de la Corte de revisar todo lo revisable, sino que se vio parte del expediente”.

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