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La labor solidaria de Mirian que transforma la realidad de los chicos del Eva Perón III

Alrededor de 40 niños acuden tres veces por semana al centro para tomar el té y hacer la tarea. El mayor sueño es construir un espacio para que funcione un comedor.

Mirian con los chicos que acuden al merendero.

Por Sonia Schoenaker

En el Eva Perón II y III la pobreza se hace sentir en cada rincón. La falta de recursos y oportunidades se refleja en el día a día de sus habitantes, especialmente en los niños que crecen en este entorno. Sin embargo, hay una mujer que hace tiempo se propuso hacer la diferencia y darles una pequeña luz de esperanza a los más pequeños. Su nombre es Mirian Maldonado y su merendero se ha convertido en un refugio para decenas de chicos que, de otra manera, se irían a dormir con el estómago vacío.

En una esquina del Eva Perón III se encuentra la casa de Mirian. Allí los lunes, miércoles y viernes se presentan alrededor de 40 niños con la certeza de que esa noche se irán a dormir, aunque sea, merendados. Desde el patio se pueden ver las casas de nylon que fueron destrozadas la noche de la tormenta del 26 de enero.

Hace 18 años Mirian trabajaba en el Plan de Inclusión Social y podía sostener un comedor, pero luego por su situación económica tuvo que reducirlo a un merendero que sirve el té 3 días por semana.

“Nos gustaría volver con el comedor”, fue lo primero que manifestó cuando El Chorrillero visitó su casa. Tres días por semana se juntan dos mesas a lo largo de la cocina para que se acerquen los chicos a merendar. Llegan en dos tandas: a las 5 de la tarde los que van al colegio a la mañana y a las 6 de la tarde llega el resto cuando salen de clases.

Allí se presentan con sus tazas, y si se las olvidan, ella saca unas de plástico de colores y las reparte.

Para acompañar la chocolatada caliente que tomaron el miércoles, en la mesa había platos con pochoclos, galletitas de agua con mermelada y tortas fritas en forma de animales que había amasado esa tarde la anfitriona. “Hoy hice tortitas fritas en forma de animalitos cosa que se entusiasmen porque por ahí te cansa darles siempre lo mismo, hay que cambiarles el menú”, dijo.

Pasadas las 5 de la tarde, se puede ver desde la ventana como se van acercando los chicos al merendero. Cuando entran a la casa, buscan a Mirian con la mirada y antes que nada se dirigen a ella para darle un beso. Después saludan al resto de las personas que estén en el lugar, y luego se sientan a comer lo que está servido mientras charlan y bromean entre ellos.

“Los chicos me quieren, son un amor”, comentó la mujer. Además de alimentarlos, en lo de Mirian aprenden a tejer y les ayudan a hacer la tarea. “Para matemáticas soy malísima, pero vienen mis hijos y les ayudan”, dijo. En una esquina del comedor hay un mueble que tiene afiches con las tablas de multiplicar y libros para leer.

 

Mirian Beatriz Maldonado

 

Todos los niños que van al merendero están escolarizados. Algunos cursan el ciclo lectivo en un SUM que acondicionaron con aulas, otros acuden al colegio del barrio Independencia, y unos pocos lucharon para poder tomar clases en la Escuela Experimental Autogestionada “Dr. Luis Roberto Barroso”, ubicada en el Eva Perón I. “Haría falta acá una escuela. Porque está la del Eva Perón I, pero a los chicos del II a veces no los quieren aceptar”, expuso.

Mirian tiene 8 hijos, 12 nietos y cuenta con el acompañamiento de todos ellos, pero principalmente cuenta con la ayuda de su hija María Fernanda. “A ella le encanta ayudar, es más fanática que yo”, bromeó. Sus ganas de ayudar nacen de la necesidad que pasó cuando sus hijos eran chicos.  “Que mis hijos hayan pasado eso, lo ves en otra familia y debe ser feo, porque uno para estar así tiene que vivirlo y se siente mal”, señaló.

Una de las preocupaciones más grandes de Mirian es la permanencia de los centros de alimentación en el barrio.

“Ahora se ven muchos comedores porque estamos en campaña, pero después que los políticos se vayan, se va a ir toda esa gente que da de comer”, aseguró y agregó: “Por eso yo quería seguir haciendo el comedor. A ver si podía construir la piecita para poder hacerlo. Más con la gente que está con la situación como está ahora”.

Además de servir la merienda, Mirian tiene armado un roperito solidario. En la semana se encarga de pedir abrigos y frazadas para que los vecinos pasen a buscar sus prendas el fin de semana. La ropa que dona la gente y no sirve para vestirse, las convierte en lanilla y con eso teje colchas.

Su anhelo más grande es “ver que los chicos tengan un plato de comida”. “Si no lo puedo hacer yo, que haya otro comedor porque uno solo no alcanza para los chicos”, manifestó y concluyó: “Los nenes del barrio no comen bien y yo creo que una criatura necesita una buena alimentación”.

Con el trabajo incansable que realiza a diario y su corazón generoso, la dueña del Merendero Arcoíris demuestra que no hacen falta grandes recursos para marcar la diferencia en la vida de los demás.

 

Fotos y video: Denise Vargas

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