Historias de San Luis: lobizones en serio y en broma
Es muy difundida la creencia que el séptimo hijo varón de una pareja puede presentar la condición de transformarse en lobizón en las noches de luna llena.
Es una afirmación muy discutida por supuesto, más allá de los testimonios existentes.
Por ejemplo, algunos estudiosos sostienen que es el Hombre Lobo Europeo es el que se transforma en las noches de luna llena, y el lobizón todos los días viernes.
Hay tantas versiones como lobizones se han visto en territorio argentino y en la provincia de San Luis.
Y muchas de esas visualizaciones han sido reales. Han quedado pruebas. Sobre todo en el norte y en el noroeste de esta provincia.
Convengamos que esa parte es la verdadera, la real.
Dejando de lado que cada uno la relata a su manera.
No voy a entrar en ese terreno sobre el cual hay valiosos estudios científicos.
Pero sí me han pedido recordar historias de un lobizón o varios lobizones que aparecían en la ciudad de San Luis.
Alguna vez las he relatado en estos encuentros.
Pululaban estos animales muy parecidos a "lobizones" en la zona céntrica de la capital puntana.
Aparecían en una o en varias esquinas a la vez.
En las publicaciones de la época, década del 70, fueron motivo de titulares de los diarios.
Jamás atacaban a las personas, ni hacían daños en automóviles estacionados o frentes de domicilios.
Pero "los julepes" que provocaban en quienes los veían de repente, terminaban en fuertes ataques de nervios.
Las linternas que llevaban estos "lobizones" lograban efectos especiales en sus miradas.
Un lugar predilecto era la cuadra de los cines, Rivadavia entre Lavalle y Pedernera.
Allí antes funcionaban los cines Rex y Roma. Ahora hay un templo evangélico y un casino.
Un local frente al otro. Grandes arboledas y zonas muy oscuras a veces por la falta de alumbrado público.
Había también negocios de variados rubros.
Las apariciones, para la importante cantidad de gente que las veía, "eran reales".
Sucedían desde lugares no tan visibles y los lobizones se aseguraban que los vieran a una prudente distancia y desaparecían.
Los horarios de "las apariciones" eran generalmente después de la medianoche, cuando terminaban las funciones de noche o trasnoche de los cines.
Si corría viento o llovía era ideal para comenzar con los aullidos.
Hasta que en una oportunidad, uno de los lobizones, no se percató que mientras aullaba, detrás de él venía caminando un policía.
Final de la historia con un lobizón preso en una celda de la comisaría primera, el disfraz incautado, y un avanzado estudiante universitario en problemas.
Este lobizón "aulló" todo sin necesidad de muchas preguntas, y así fueron apareciendo sus compañeros de fechorías.
Tuvo que intervenir el rector de la universidad para hacer entender a las autoridades que eran "aventuras inocentes" y de esa forma no truncar la carrera de brillantes alumnos de la casa de altos estudios, que después por muchos años ejercieron la docencia y ocuparon importantes cargos.
En el mundo universitario se recuerda esta anécdota.
Eran "lobizones" con nombre y apellido, que después de un asado salían a pasear. Unos incomprendidos.
Saludos a los lobizones. Estén donde estén. Y hace mucho que no me junto a tomar café, sobre todo con uno de ellos, que ahora está viviendo en la zona serrana, me dijeron.
Menos mal que ya no está para esos trotes de andar asustando a la gente.
Saludos. (romeronino@gmail.com)