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Con dos hijas, logró salir de la calle y empezar la universidad: “Me costó creer que merecía cosas buenas”

A los 13 años dejó la casa de su mamá porque su padrastro la abusaba. Vivió años sin una vivienda, tuvo dos bebés, pero pudo recomponerse y tener su casa. La historia de superación de Yamila.

Yamila Méndez y sus hijas Aylén y Selene.
Actualizada: 28/05/2023 14:47
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Hay momentos de decisión, de quiebre, esos momentos en los que elegimos un camino u otro ¿Te pasó alguna vez? Hoy les quiero compartir esta historia, de esas que valen la pena ser contadas. Una historia de superación, con un momento de decisión preciso, en donde Yamila supo lo que ya no quería para su vida ni para la de sus dos hijas.

Ella tuvo una infancia muy dura. Todo comenzó cuando a su papá le dio un ACV. Ella, por ese entonces, tenía 10 años. Su madre se abocó estrictamente al cuidado de él y los 3 hermanos quedaron prácticamente solos. O mejor dicho, los dos hermanos menores quedaron al cuidado de Yamila con su corta edad. Así fue que ella se encargó de todo.

Unos años después, su madre se alejó de su papá y formó una nueva pareja con un hombre que hizo de la adolescencia de Yamila una verdadera pesadilla. Maltratos, insultos, desprecios, alcohol en exceso y castigos. Incluso, su madre y su pareja llegaron a comer un bife con puré delante de los hermanos y decirles que para ellos no había nada.

Pero el punto de quiebre llegó el día en que fue abusada física y sexualmente por ese hombre. Ese día, con 13 años, se fue de la casa para siempre.

Quedó en la calle, sola y desamparada. Vivió un tiempo en la casa de una amiga, pero como eran 9 hermanos, la mamá le dijo que no podía seguir alimentándola. Así que otra vez quedó en la calle, a la intemperie, viendo qué le deparaba el destino. Tratando de sobrevivir.

Durante un tiempo vivió en en Instituto de menores, del que tiene buenos recuerdos: al menos estaba segura y le enseñaron de límites y tareas domésticas. Hasta que un día se escapó en busca de mayor libertad e independencia. Y así rebotó durante varios años, entre refugios para personas en situación de calle y algún golpe de suerte con alguna pareja que la cobijara.

Un día conoció al papá de sus hijas, con quien estuvo unos años hasta que la cosa empezó a andar muy mal. Y otra vez a la calle. Pero aquella vez, ya con sus dos hijas, una recién nacida y la otra de un año. Llevaba cinco años presa de un círculo vicioso de alojamientos transitorios y la dureza de la calle.

Pero en un momento decidió que ese destino no estaba escrito y que su pasado no le iba a condicionar su presente. Que iba a cambiar, por ella y por sus hijas. Fue ese momento de decisión, cuando se vio de noche en el cajero de un banco con sus dos bebas, sola y muerta de miedo. Ese día dijo “basta”y su vida dio un vuelco.

Hoy Yamila terminó el secundario, tiene trabajo en blanco, y un pequeño refugio donde vive con sus hijas. Y como si todo esto fuera poco, ahora está estudiando en la universidad para ser trabajadora social, como aquella señora espléndida que iba a su casa materna a controlar cómo iban las cosas. Ella la recuerda con mucho amor y admiración porque “durante unos días en esa casa todo funcionaba mejor”, relató Yamila Méndez a Mediodía Noticias.

Hoy su vida es otra. Trabaja, cuida a sus hijas Aylén y Selene, que tienen 10 y 11 años, prepara las comidas en el cuarto que alquilan en Constitución y estudia. Con mucho esfuerzo, cursa el primer año de la carrera de Trabajo Social en la UBA. Ella sabía lo que quería, aprendió que con esfuerzo se llega a cualquier lado. Trabaja en una empresa de limpieza, se levanta a las 4:30 para dejar todo en orden y a las 5:20 ya sale a trabajar. Gana 100 mil pesos por mes y con eso viven: paga 50 mil pesos la habitación con baño privado, pero el mes que viene se va a 70 mil y ahí ya no sabe bien cómo va a hacer. Pero mientras tanto, disfruta de lo que tiene, que para ella es mucho, porque sabe y muy bien, lo que es no tener un techo. (TN)

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