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Cuatro meses después, Alberto Figueroa habló de la fuga y denunció corrupción dentro del Servicio Penitenciario

El condenado por el crimen de Walter Gramaglia expuso diversas irregularidades que vio en la cárcel de San Luis. Dijo que las autoridades están al tanto de la venta de droga. Volvió a cuestionar a la Justicia y aseguró su inocencia.

Desde el pabellón C, de la prisión en Pampa de las Salinas, Alberto Figueroa decidió sacar a la luz las anomalías que advirtió durante años en el Servicio Penitenciario provincial. Aseguró que todas fueron expuestas al director, Segundo Giménez, pero no hizo nada por evitarlas o frenarlas.

Las denuncias del interno surgen en medio de un escandaloso hecho que cubre al complejo ubicado en la ciudad de San Luis a partir de que la Justicia Federal desbarató una banda narco que era liderada por Dante Churquina un preso que estaba alojado en el complejo condenado por abuso sexual.

El hombre que se encuentra cumpliendo una pena a prisión perpetua por el crimen de Walter Gramaglia en 2004, dijo que durante su vida trabajó en cuestiones de Estado y entiende que “la cosa pública es la cosa de todos”: “Realmente me ha indignado el nivel de corrupción que ha habido en el Servicio Penitenciario, en particular en la granja, porque lo he vivido”.

Figueroa afirmó que estas situaciones desencadenaron en su fuga, que tenía como objetivo denunciar en la Justicia lo que estaba ocurriendo. Al mismo tiempo, dijo que las principales ilegalidades afectaron los recursos públicos.

Alberto Figueroa.

“Esto tiene que tener una explicación para todos, para entender qué nos ha pasado en la provincia. Esta provincia es muy curiosa, es la única que ha estado 40 años gobernada por una familia. Y yo creo que tenemos derecho, sobre todo por los más jóvenes, por nuestros hijos. Pero entender qué le ha pasado a la sociedad puntana. Y bueno, La Granja puede dar un ejemplo de lo que es el ‘no te metas’, la obediencia debida, todo”, expuso.

Así, el interno se refirió a diversas cuestiones como la venta de animales que eran secuestrados por la Policía, el alquiler externo de un tractor que era para usar en la Colonia Penal, la comercialización de cerdos, colectas que eran para los presos y se las quedaban los agentes.

“Los funcionarios del Servicio Penitenciario estaban sabiendo lo que pasaba porque yo se los he dicho. Inclusive la jueza, inclusive la procuradora, a todos les contaba lo que estaba pasando y todos miraban para otro lado”, subrayó en declaraciones a El Chorrillero.

Figueroa explicó el motivo de su fuga: “Llegué a un nivel de indignación que me llevó a tomar una decisión que realmente resultó ser desacertada para mí. Porque yo soy el que estoy pagando las consecuencias. No era mi intención desaparecer. Si hubiese querido me iba a otro país, me metía en cualquier lado. Nunca fue mi intención. Lo que pasa es que me ganó la impunidad total, me desesperó realmente. Y aparte, los últimos dos días recibí amenazas muy fuertes”.

A continuación, la entrevista:

¿Las amenazas fueron de parte de penitenciarios?

Sí, sí, del Servicio Penitenciario directamente. Porque fue muy grotesco lo que pasó en los últimos días. Vos sabés que a raíz de todo esto siguen los escarmientos para mí acá.

¿Qué tipo de escarmientos?

Por ejemplo, desde que me trajeron de Buenos Aires me tuvieron en una celda sin vidrios. En pleno mayo y junio la pasé en una celda sin vidrios. En esa celda estuvo el propio Giménez y la propia procuradora Penitenciaria. Y no fueron capaces ni de darme una o dos frazadas solamente. Las celdas de castigo que llaman.

Hace tres meses que no me dejaban hacer nada. Mientras que yo he sido un actor muy importante dentro de la cárcel. Les fundé una biblioteca, la manejé ocho años. Fui el único tutor que tuvieron ahí. Más de 150 internos, fui tutor de ellos. Y realmente que me estén pagando de esta manera. Y ni siquiera me llevan a la biblioteca, para que te des una idea. Realmente te entristece. Más que enojarme, me entristece.

Esta corrupción, estos hechos que usted menciona, ¿vienen desde la dirección?

Yo no puedo corroborar que vengan de Segundo Giménez. Pero yo a Segundo Giménez le contaba todo. Le he mandado fotos por WhatsApp. Nunca me las contestó.

Te cuento cosas grotescas, así rápido. El tractor que era para el Estado, en vez de trabajar en la Granja, lo alquilaban, con chofer y todo, que el chofer era un preso. Con combustible del Estado y todo eso. Eso lo sabía Giménez, ¿cómo no lo iba a saber? Si el tractor tenía que andar por la ruta para alquilarlo.

El tractor estaba para que se usara dentro de la Granja Penal y para poder sembrar forraje para los animales. Porque ahí iban a parar todos los animales secuestrados por la Policía. Los delitos rurales, Policía Caminera.

Todos los días llegan animales, vacas sueltas, caballos sueltos. ¿Y qué es lo que hacían? Los vendían a sus amigos, a sus conocidos, a precio vil por supuesto. Porque ¿qué es lo que sucede de la totalidad de animales que secuestran? Solamente un 10% van a retirar los propietarios.

Unos porque no pueden pagar las multas y otros porque ni siquiera se enteran que la Policía se los secuestra. Y terminan de esa manera.

La última semana, un funcionario del ministerio del Gobierno vendió en forma directa 40 animales. Yo le llamé la atención. Yo estaba solo, como preso estaba solo. Me acerqué al funcionario y le dije ‘usted no puede vender en forma directa’. La ley es clara, tiene que ser con subasta pública.

Por supuesto que me amenazaron, me dijeron que me iban a sacar de la Granja.

¿Este fue uno de los desencadenantes para que usted se fuera?

Sí, fue ese. Después me robaron cubiertas de un camión mío. Un camión antiguo que había pedido permiso para restaurarlo. Como yo me estaba yendo porque yo ya estaba pidiendo el cambio de domicilio laboral, yo ya tenía otorgada la semilibertad.

Yo hacía cuatro años y medio que estaba en semilibertad y en autodisciplina. Mi intención no era evadir la Justicia de ninguna manera. Me ganó la indignación.

Y bueno, el último día me robaron directamente así. Me las vendieron en mi cara las cubiertas de mi camión. Una cosa que realmente me desesperó. Le mandé WhatsApp a todo el mundo. Al director de la unidad, a Giménez. Nadie me respondió. Y a raíz de eso sí recibí la amenaza más fuerte, advertencia, llamele. Fue la gota que me llevó a tomar esa decisión en definitiva desacertada.

Pero bueno, muy temeroso, en mucha soledad, qué se yo.

¿Qué fue esa advertencia? ¿Lo iban a enviar de nuevo al complejo?

Sí, sí, sí. O sea, la amenaza era sobre eso, claro, sí, sí. Sobre que me iban a inventar, como llaman en la jerga, a inventar una causa.

Hubo cuatro intentos anteriores. Tuve la suerte de que un director de apellido Andino me salvó de esas situaciones. Y Orozco, el que ahora está comprometido con el tema de la droga, realmente cedió al mandato de Giménez.

El modo operandi que tienen es llevar gente a la Granja como trabajo esclavo, porque no te pagan. Y vos tenés que hacer trabajo para ellos. Cuidar de ellos, cuidar de los cerdos, que no son para el Estado, sino que son para consumo de ellos. No hay registros contables, no hay nada. No hay autorización de caja chica por decreto, como corresponde. Es todo un ‘viva la pepa’.

¿Cuántos internos estaban con usted dentro de la Granja?

En el último momento, cuando yo me fui, había dos internos más. En los momentos más difíciles, que fueron fin de año y los primeros meses del año, estaba yo solo. Yo solo estaba cuidándola.

Estaba el guardia, que estaba sobre la ruta, que lo que hace es custodiar el predio. No a mí, porque yo estaba con autodisciplina. Yo hacía el recorrido del predio para ver que los alambrados estén bien, en orden. Justamente era el único que estaba en la provincia en esa situación.

¿En qué consistía la semilibertad?

La semilibertad es lo que se le llama… La ley la llama así. Son las salidas laborales. Es decir, cuando uno llega a determinado tiempo del proceso y ha llegado con conducta ejemplar, que fue mi caso, se te otorgan las salidas laborales, que se llama semilibertad. Que es poder salir a trabajar todos los días afuera.

Yo la pedí para hacerla en la propia Granja Penal, con proyectos que presenté al Consejo Correccional, que me los aprobaron, de hacer proyectos productivos y educativos. Porque era dado mi condena y que iba a pasar mucho tiempo ahí. Y ya venía trabajando con los muchachos de la unidad de menores. Tenía proyectos interesantes. Y bueno, se me fueron aprobados por el Consejo Correccional.

Pero cuando llegué a la Granja me encontré que no. La Granja estaba dedicada a otra cosa.

Por ejemplo, entre otras cosas, pedir donaciones en nombre de los presos. Y en realidad las donaciones no iban a nosotros. Se las repartían entre los penitenciarios. Usando el camión del Servicio Penitenciario. Generalmente eran maderas. Que las usaban para sus casas, qué sé yo. Para hacerse muebles. Todo trabajo esclavo, realmente. Sin ninguna remuneración, sin nada.

Y bueno, yo entré en conflicto prácticamente desde el primer día. Y lo sostuve, lo sostuve. Pero bueno, fue difícil llegar a ese momento.

Lamentablemente la jueza no actuó correctamente. Aceptó informes de estos funcionarios que yo ya había denunciado penalmente. En un caso hace tres años y en otro caso hace dos años lo denuncié penalmente. Y no pasó nada.

Esta gente que han sido golpeadores, yo los conozco, porque son de la época de la cárcel cuando nos golpeaban a todos. Pero bueno, pasaron los años, la cárcel hoy es una cosa distinta. Esta gente a nosotros, a los presos, nos ve como cosas. Somos cosas para ellos, menos que animales. Y bueno, así nos tratan, así nos manejan y así se abusan.

Yo por suerte, al tener un entorno familiar y tener la posibilidad de tener un abogado, no pudieron sobrepasar sobre mí. Si no, no hubiera durado ni una semana en la Granja, me hubieran vuelto a la cárcel. Y bueno, realmente fui un estorbo para ellos, un verdadero estorbo.

¿Y cómo fue el trayecto que usted hizo ese día que se escapó hasta llegar a Buenos Aires?

Y mira, la idea no la tuve, en realidad no tuve una idea. Fue un rato de desesperación, estando solo. A los otros internos les habían prohibido que se comunicaran conmigo, en virtud de que yo quería a ellos realmente aconsejarlos, de que no se dejaran manipular de la manera que pretendían manipularlos.

Realmente, tanto que se ha escuchado hablar de la universidad del delito, bueno, yo conocí la universidad del delito. La Granja Penal era la universidad del delito.

El trayecto que hice, salí medio impulsado por la desesperación, por toda la intención de presentarme directamente en la Justicia de San Luis.

Y bueno, tuve expectativas que no se cumplieron. Pensé que algunas personas me iban a ayudar, pero cuando me encontraron fuera de la institución penal, estoy hablando de conocidos y familiares. ‘No, no, no, volvete, volvete, volvete, volvete’. Y bueno, me asusté, me asusté. Y se me ocurrió presentarme en la Corte Suprema de Justicia. Y lo intenté.

Lamentablemente justo me encontré con el momento de que en Buenos Aires estaban con el tema de las famosas ‘fake news’ y todo eso, así que pedían documentos. Y bueno, no me dieron los tiempos y tampoco me dio mucho la cabeza.

Yo no me escondía, en realidad, me fui a la casa de mi pareja. Me iban a buscar en esos lugares, obviamente. No tuve ninguna intención de esconderme.

¿En qué se trasladó hasta allá?

Bueno, pedí ayuda a algunos que me prestaban ayuda para ir movilizándome. Obviamente no quiero revelarlo. Lo mío no constituye un delito, porque yo no me fui, porque yo estaba con autodisciplina. Se llama abuso de confianza, el propio Giménez lo dijo en los medios de prensa.

No es un delito, o sea que quien me ayudara no estaba cometiendo un delito. Pero bueno, es una acción impropia para un ciudadano. Entonces, bueno, no quiero comprometerlos con diciéndoles quién me dio una mano. Porque en realidad me dieron una mano, porque yo estaba sin recursos. Me fui así, vulgarmente diciendo a los locos, con mis perros ahí, como quien se va despechado.

¿Hoy se arrepiente de haberse fugado?

No, no, no, de ninguna manera. Creo que a mí me movilizaron principios y valores que a mí no me quedaron en la puerta de la cárcel. Creo que también mi intención era llamar la atención. Inclusive dentro de mi entorno familiar.

Porque también dentro de mi entorno familiar hay muchos que me decían ‘Beto, Beto, o lo que sea, mirá para otro lado, no te metás en esto, vos estás acá, que es un lugar hermoso’. Bueno, pero me ganaba la indignación. Ver cómo se abusaban de los presos y cómo se abusan de la cosa pública.

Repito, en la Granja Penal crían cerdos y la venta de esos cerdos nunca se pudo saber a dónde iba. Y no estamos hablando de 20 madres, o sea, de cantidades importantes de producción. Aparte que compran alimento para los cerdos en cantidades industriales, supuestamente por licitación, pero siempre es el mismo proveedor de hace 20 años. Incluso compran alimento de animales que no se crían.

Es una cosa loca. Compraban alimento para cría de pollos y nunca, ya que una sola vez creo que hicieron pollos durante un par de meses, pero gran parte de ese alimento se va en los autos particulares a sus respectivos emprendimientos porque encima, cuando llegan ahí promovidos, casualmente estos mismos agentes penitenciarios después se dedican a eso, se dedican a criar en no sé en qué lugares.

Nos encontramos con un pueblo que ha estado sometido durante tantos años y ahora despertó. De alguna manera despertó. A mí me da mucha alegría. Yo no soy puntano de nacimiento, pero elegí esta provincia para vivir. Mis hijos son puntanos. Y realmente me llena de satisfacción que por una vez se haya perdido la fe. Y que se den cuenta que el iluminado que nos gobierna, realmente tiene poco de iluminado.

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EN PORTADA EL CHORRILLERO

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