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Historias de San Luis: las cortinas del albergue

Cada albergue transitorio tiene sus características que lo distingue, por ejemplo, cortinas, barras o portones tanto para entrar como para salir.

Por supuesto que la mayoría se modernizó, pero en su momento provocaron problemas a sus usuarios.

En San Luis, los autos se cubren mucho con tierra por el accionar del viento. Uno de los albergues transitorios más famosos está ubicado en Juana Koslay.

De nombre italiano entonces. Ahora no sé porque varios han cambiado su razón social.

Apenas inaugurado, eran dos filas de 6 habitaciones iguales por lado. Y todas tenían el elemento delator que habías visitado el lugar: “las cortinas de entrada en cada habitación”.

Eran cintas de plástico desde el techo al piso, que debías atravesar con el auto para estacionar.

Si el vehículo estaba sucio con tierra en su exterior, las cintas quedaban marcadas en la chapa, parabrisas y lunetas.

Y cuando salías, se reforzaba la prueba del delito porque no eran cortinas corredizas. Estaban fijas. Las marcas indelebles del pecado se observaban a simple vista.

Si asistías con tu pareja, ningún problema por supuesto. Ahora, si estabas “de trampa”, cuando volvías a tu casa o ibas a buscar a tu novia o novio, el recibimiento era: “así que anduviste por T…….i”.

Y te señalaban con énfasis las pruebas del delito, que eran innegables, paralelas y simétricas. Las marcas de las cintas plásticas.

Varios tuvieron problemas. Matías fue una de las víctimas de las cortinas de plástico.

Fue a la casa de su novia ese sábado por la noche a buscarla para ir a bailar. Ella, con un destornillador, se encargó de marcarle a los gritos todas las cintas que habían quedado claramente marcadas en el llamativo Fiat 128 rojo. Capot, techo y baúl destruidos.

Matías lloraba en silencio sentado en la vereda. No tenía nada para decir. Como consuelo, Estela no descargó su furia ni contra el parabrisas y tampoco la luneta.

“Algo es algo”, dijo Matías. Se subió al auto y desapareció del lugar.

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