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Historias de San Luis: que nadie sepa lo del albergue

En los cientos de historias de los albergues transitorios, hay una que tiene muchos testigos, que nunca delataron lo que realmente pasó.

Reitero: época de inexistencia absoluta de celulares. Toda comunicación por teléfonos fijos domiciliarios, públicos o semipúblicos.

La pareja estaba en uno de los albergues transitorios de Juana Koslay, el hombre se descompuso y falleció en el acto.

No había mucho que averiguar porque ella era médica y él comerciante.

Llevaban varios años de esta relación clandestina.

Cuando sucede la tragedia, la mujer llamó al encargado y pagó por la ventanilla.

Ya había vestido rápidamente a su pareja, y con gran esfuerzo lo subió al asiento de acompañante del automóvil en el que andaban.

Era un Ford Falcon con asiento delantero sin división, propiedad del comerciante.

Ella sabía manejar, así que no fue inconveniente retirarse del lugar.

Quería evitar el escándalo, tanto por ella como por él.

Condujo hasta una confitería que estaba de moda en el centro de San Luis y que siempre funcionaba hasta altas horas de la madrugada, ya que había bandas de música en vivo.

¿Porqué fue a ese lugar? Porque luego de estar juntos, su pareja se iba a juntar con sus amigos en ese lugar.

Y el objetivo era encontrar a esas personas, sobre todo a uno de ellos.

La dama entró al restó bar y desde la puerta hizo una seña disimulada a ese amigo de R. que ella buscaba.

Tras el rápido relato de lo ocurrido, tomaron una decisión.

Subieron al Falcon, correctamente estacionado a 45 grados contra la vereda del paseo público, y se dirigieron, manejando ella siempre, a una cercana calle céntrica de mucha circulación de este a oeste.

Era tarde, no se veía gente, y lo que hicieron ambos fue correr el cadáver del comerciante al lugar del conductor.

El amigo de R volvió al bar. La médica se fue caminando a su casa ubicada a pocas cuadras de dónde quedó abandonado el auto.

El cadáver estaba inclinado sobre el volante, lo que llamó la atención de otros amigos de R que pasaron por el lugar y reconocieron el automóvil.

Llamado a la policía y las actuaciones de rigor.

El caso quedó caratulado como “muerte natural”.

Nadie sabe si por algún exceso alcohólico habitual del ocasional ayudante de la dama, al final muchos se enteraron de lo que había ocurrido.

Pero nadie del grupo abrió la boca y todo quedó en el misterio o en la mentira.

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