Historias de San Luis: más pensiones del amor
El domingo anterior planteamos que antes de la existencia del negocio de los albergues transitorios estaban las pensiones, residenciales u hoteles con idénticos servicios para las parejas.
Varios tenían clientes fijos. Personas que iban regularmente el mismo día y horario, y no querían pasar por el control de los conserjes. Los encargados sabían de quienes se trataba, abrían la puerta del lugar y desaparecían.
También quienes ejercían el llamado “oficio más antiguo del mundo”, llevaban a sus clientes a estos lugares, con mucha reserva. Las famosas pensiones del amor. “La del árbitro”, ubicada en zona céntrica de la ciudad. En una calle que lleva nombre de prócer.
¿Por qué se llamaba así? Porque el dueño del lugar era árbitro. ¿De qué deporte? No. Ya son muchos datos.
“La del kiosquero”. Muy céntrica. Al lado un kiosco. Una entrada que servía de pasillo y podías disimular que ingresabas al lugar. Casi frente a una de las más famosas casas de venta de artículos deportivos de la ciudad.
“La del gremialista”. En la zona de la ex terminal de ómnibus. Instalaciones antiguas. Muy barata. Algunos estuvieron en habitaciones cuyos colchones estaban puestos sobre elásticos de cemento. No exagero. Y no había baños privados. Eran comunitarios. Muy incómoda pero ubicada estratégicamente. Su razón comercial era hotel y el nombre “una desgracia”.
Y “la que estaba cerca de la cancha”. Y continúa en el mismo lugar, pero modernizada como albergue. Abierta a toda clientela, pero mucha concurrencia de los hinchas y de los deportistas. A veces algunos líos.
Cuentan que había jugadores que terminaban sus entrenamientos y se iban a ese residencial “juntos”. Seguramente era para comentar las tácticas que habían practicado. Hasta el próximo domingo.