Tiroteo, sangre y dolor: cuando en Villa Mercedes murieron dos policías en cumplimiento del deber
Las vidas de Sergio Pereyra y Alexis Pizarro se apagaron con las balas de los delincuentes. Del primer hecho ya pasaron 20 años.
No importa el tiempo que pasó, la muerte de dos policías en Villa Mercedes vive en la memoria, en las personas, en los rincones de las comisarías y en las calles. Las dos historias dejaron en la sociedad un hueco como el de las balas sobre los cuerpos de Sergio Pereyra y Alexis Pizarro, dos integrantes de la fuerza provincial que cayeron en cumplimiento del deber, y a manos de los delincuentes.
Estos casos vuelven a la retina porque hace 9 días asesinaron al oficial principal Renato Mauricio Fuentes en Cortaderas cuando acudió a un pedido de auxilio con un compañero. Dos delincuentes entraron a robar a la casa de una mujer que estaba con su hijo. Cuando se vieron sorprendidos ejecutaron disparos contra el personal. Fuentes murió en el acto, y también el ladrón: Mauro Maximiliano Vieyra Villegas.
El otro, Julio Daniel “Ringo” Lescano fue detenido y ya le formularon cargos por “robo calificado por el uso de arma de fuego y homicidio criminis causa en concurso ideal”. Está ahora con prisión preventiva.
El 21 de agosto de 2004 efectivos de la Comisaría 8° tenían que realizar un allanamiento en San Martín N° 20, en el barrio Güemes, en el sur de la ciudad de Villa Mercedes. La investigación que iniciaron fue para desbaratar a una banda que venía cometiendo ilícitos de manera consecutiva. Tenían la certeza de que estaban reunidos ahí. Con la orden de la jueza Marta Vallica San Martín de Figari emprendieron su misión.
Eran las 7:30, estaba aclarando y parecía que sería un día espléndido de sol. Nadie podía imaginarse que 12 efectivos iban a una balacera mortal. Cuando cruzaron la puerta los delincuentes no dudaron. Estaban jugados, y dispuestos a todo. En realidad, tenían la decisión de matar. Para los uniformados que hoy reviven ese momento, fue como la escena de una película donde los disparos no terminaban más.
El que primero tiró fue Hugo Paulino Sánchez alias “La Pepa”, que había salido de la cárcel poco menos de un mes. Tenía un frondoso prontuario. Era el sospechoso del asalto a una rotisería y por eso fueron a buscarlo a su casa. Empuñaba un revólver calibre 38 y su puntería fue certera. El tiro dio en el rostro del oficial Pereyra, que llevaba su chaleco antibala.
Los policías no solo debían cuidarse las espaldas, sino resguardar la vida de los dos testigos que habían llevado y del vecindario. Los ladrones, todos estaban armados, y tiraban desde los techos y los árboles.
En medio del tiroteo, “La Pepa” fue abatido, y solo por eso no hubo más muertos.
Una ambulancia trasladó a Pereyra, pero los médicos ya no pudieron hacer nada. Y el día se hizo de noche para sus colegas.
La casa donde sucedió todo era precaria, con chapas, y no ha cambiado nada hasta la fecha. Adentro había cuatro delincuentes, todos armados. Estaban reunidos desde el jueves por la noche, y en ese transcurso ingirieron muchos litros de vino.
El día después cuando sepultaron al policía, no había consuelo para nadie. “Nunca vi tantos hombres llorar como en ese momento”, recordó un compañero que no ha dejado de ir al cementerio en estos 20 años que pasaron.
“Cuando nos estaban dando las indicaciones para el allanamiento me acuerdo que me dijo ‘me voy a poner el chaleco porque estos son capaces de pegarme un tiro’”, revivió otro que en esa época manejaba un patrullero.
En la dependencia donde se desempeñaba está su foto y el homenaje. Lo recuerdan “por el compromiso” y porque se estaba preparando, ya que deseaba ser parte del grupo especial COAR, que estaba a punto de formarse. Su trabajo estaba siempre en la calle. “Era idóneo para eso, las circunstancias quisieron que esto fuera así, y nadie quiere recordar esa circunstancia, pero los que estuvimos no pudimos superarlo”, señaló uno de los policías que habló con este medio.
Otros revivieron que cuando era chico "jugaba muy bien al fútbol" y que en una oportunidad pasó una prueba en Boca, pero su vocación era ser policía. Y siguió ese camino.
El 3° de octubre de 2013, cuando Claudio Poggi era gobernador, se inauguró la Subcomisaría 22 en el barrio Viva San Luis, y le pusieron Sergio Pereyra. Ahora se llama Comisaría 36°, pero conserva la placa del homenaje y la denominación.
Después, por ordenanza municipal, a una de las calles principales del barrio Eva Perón 2, donde está emplazada la Comisaría 40°, también le pusieron su nombre.
En la noche del martes 29 de noviembre de 2016, la sangre tiñó otra vez las filas de la Policía. Dos delincuentes irrumpieron en las oficinas del Departamento de Lucha contra el Narcotráfico D8.
No sabían que adentro había dos policías, creían que allí funcionaba el obrador del barrio 500 Viviendas. Suponían que había plata porque en algunas oportunidades ahí pagaron los sueldos de los trabajadores de la construcción.
Gustavo José Barros y Julio César Navarro llegaron en una moto tipo cross que dejaron encendida, lista para huir, porque iban a robar. Entraron y redujeron a uno, pero rápidamente comenzó un enfrentamiento. Una bala calibre 22 que disparó Navarro entró por el pecho de Julio Alexis Navarro y dañó órganos vitales. Murió camino al Hospital.
Barros, que tenía 18 años, también falleció producto del tiroteo, y “El tiburón” resultó herido. A éste último tuvieron que operarlo y sobrevivió. Cuando estaba internado, escapó envuelto en una sábana del hospital, pero lo alcanzaron.
El triste desenlace fue donde hoy está la base del Comando Radioeléctrico. En la construcción de al lado funciona actualmente la dependencia de Lucha Contra el Narcotráfico, y su nombre está grabado en el frente.
El 27 de marzo de 2019 condenaron a Navarro a prisión perpetua por “robo agravado por el uso de arma en grado de tentativa en concurso real con homicidio doblemente agravado por ser criminis causa y por la condición de la víctima, miembro de la fuerza de seguridad”. Cumple esa condena en el servicio penitenciario provincial.