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Historias de San Luis: más exorcismos

Como prometí el domingo anterior, voy a relatar un caso ocurrido en un barrio de la zona oeste de San Luis, y que es minuciosamente contado en el libro San Luis en el Misterio de Alfredo Salinas.

Año 1994. Comisaría Cuarta. Llamado urgente de la Comisaría del Menor por una extraña situación que se estaba viviendo en un domicilio de la zona.

Al llegar, el sargento Martín Rodríguez enfrenta en una habitación a una joven que gritaba con una voz muy ronca, y al intentar reducirla con varios efectivos para calmarla, no pudieron hacerlo por la fuerza descomunal de la mujer.

La madre de la afectada por esta crisis, estaba muy asustada, porque debajo del colchón la joven tenía un cuchillo.

Relató la desesperada señora que no había encontrado ningún médico ni religioso que fuera para ayudar, y por eso recurrió a la policía.

En el grupo policial estaba el entonces oficial Walter Ferretjans, quien decidió utilizar recursos aprendidos en sus estudios bíblicos, ya que como policías no los habían preparado para situaciones de este tipo.

Ferretjans aclaró que “fue una decisión totalmente independiente al vernos superados y tener que esperar la ayuda médica”.

Contó que comenzó a decir textos puntuales de los Santos Evangelios y la joven comenzó a calmarse.

Luego pudo actuar la Comisaría del Menor, ya sin riesgo de agresión de la joven o que se lastimara a sí misma”.

Conversando con un pastor evangélico, me aseguró la existencia de pactos demoníacos o satánicos en lugares insólitos que se vuelven peligrosos.

Me hizo saber que hace unos años coincidía la presencia de una persona en su templo con la menor asistencia de creyentes o celebrantes.

O sea que cuando este hombre concurría al templo, iba muy poca gente.

Cuando él no estaba, faltaban lugares. Todo lleno.

En una oportunidad y antes de comenzar la celebración, el pastor se dirigió al lugar donde estaba ubicada esta persona.

Recuerda que siempre se sentaba en los últimos lugares.

Cuando el pastor lo saludó, el hombre se enojó, comenzó a romperse la ropa, le tiró una silla y lo amenazó.

El agresor salió corriendo y no pudo ser atrapado por los fieles que salieron tras él ni por los policías.

Sí quedó tirado en el piso un amuleto.

Era un pequeño hueso, que cuando fue analizado en busca de alguna huella, se determinó que correspondía a un ser humano.

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