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El sanluiseño Andrés Tula conquistó el Aconcagua

Sin guía y en una expedición de 10 días llegó, acompañado de su medicación para el asma, a la cumbre de la segunda montaña más alta del mundo.

Actualizada: 02/02/2025 21:36
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Andrés Tula en la cima.

Por Soffia Garrido Sosa 

El montañista, de 31 años que de profesión se dedica a la enseñanza de tecnología en la Escuela Multilingüe Progresos y Sueños, le contó a El Chorrillero cómo fue el extraordinario periplo, las complicaciones que debió sortear, las tormentas de nieve, los senderos congelados, cómo enfrento los tabúes alrededor de su enfermedad y consejos para que los diagnósticos de salud no se transformen en un impedimento para cumplir el sueño.

“Yo considero que la medicina ha evolucionado lo suficiente como para que las personas que sufren de alguna condición puedan intentar, e ir probando hasta qué punto pueden llegar, pero es necesario atreverse para alcanzar, en medidas, la meta que uno se proponga”, explicó.

La hazaña del Aconcagua

La travesía del sanluiseño comenzó el 21 de enero, cuando ingresó al Parque Nacional Aconcagua con la meta en mente. Se animó a no solicitar el servicio de empresas, sino que sólo contrató el servicio de mulas para poder subir los equipos hasta el campamento base, Plaza de Mulas.

Tula fue acompañado por su esposa, Tatiana Cuello, y un equipaje que promediaba los 30 kilos. La pareja de montañistas avanzó hasta el Campo 1, Plaza Canadá, donde se separaron y ella decidió dirigirse a la cumbre del Cerro Bonete, que tiene una altitud de 5077 metros.

La pareja alpinista, Andrés Tula y Tatiana Cuello.

Tras eso el profesor continuó con su camino solo, pero eso no impidió que no conociera a otros aficionados como él por el camino.

Entre bases, campamentos y el viento, dijo que se les hace “un control médico en el cual se revisa la saturación, las pulsaciones, la frecuencia cardíaca, y un médico también te examina la parte pulmonar, en mi caso me la examinaron siempre, porque yo les comentaba que era asmático, entonces hacían un poquito más de hincapié en la parte de control pulmonar”.

El agotamiento físico también es algo contra lo que hay que luchar. A cerca de siete días de haber partido de la base ya había llegado al Campamento Berlín, ubicado a 5900 metros. “A eso de las 3 de la mañana, salí de la carpa del campamento y estuve caminando hasta las 14 que llegué al sector que se denomina Las Cuevas y paré para descansar un momento y me dormí, propio de lo agotado que ya estaba. Allí me despertó un guía informándome de que me quedaba poco tiempo para hacer cumbre por las condiciones del clima”.

Los campamentos marcan diferentes bases donde los montañistas pueden hacer pausa, descansar, o incluso dejar mochilas y peso.

“Saqué energía de donde no tenía y salí con todas las pilas a dejar lo último para tratar de alcanzar la cima. Me faltaban más o menos 500 metros para llegar”, confió.

De regreso al ascenso se encontró con dos intrépidos más, en este caso canadienses que iban equipados con herramientas tecnológicas para analizar el clima. “Me propuse tratar el último intento, pero tenía, teníamos, las fuerzas muy, muy bajas. Tomamos la determinación de dejar nuestras mochilas y continuar insistiendo en alcanzar la cumbre con nada más que el impermeable, una botella de agua y el celular”.

Fotos capturadas por Tula durante la travesía.

En tramos anteriores, Tula dijo que el frío había congelado el camino, el viento era muy intenso y además las nubes estaban tan bajas que la visibilidad estaba disminuida a un campo de 5 metros. Sin embargo, al momento de llegar a la cumbre el 28 de enero cerca de las 17, “realmente las condiciones climáticas, tal cual como lo había predicho el sistema meteorológico de los canadienses era muy buenas, no corría viento, estaba despejado, soleado, soñado”.

Tras disfrutar el sueño cumplido y la vista del cielo, emprendieron el regreso. Volvió al Parque Nacional Aconcagua el 31 de enero.

Tula describió la vista como imponente.

El amor por las montañas y el desafío del asma

Tula contó que esta pasión por las alturas comenzó en San Luis, tierra de sierras y alturas, donde él con su pareja escalaron “todos” hasta “agotar las altitudes” cuando decidieron animarse a ir los desafíos de Mendoza.

En la provincia vecina desde la pandemia que probaron y llegaron a diferentes desafíos, hasta que en 2023 clavaron su bandera en la cumbre de Cordón de Plata, una montaña mendocina que suele ser usada como prueba previa al Aconcagua con una altura de 5968 m.

Sin embargo, en cada etapa, desde las recreativas a las deportivas y exigentes, el profesor explicó: “Es necesario favorecer los procesos de aclimatación, donde el cuerpo empieza a generar más y más glóbulos rojos para adaptarse a la situación de altitud. Se realizan etapas”

Haciendo una conexión con eso, agregó una reflexión: “No considero la enfermedad como un limitante, las personas que sufren de una condición de esta naturaleza pueden intentar, aunque sea, e ir probando hasta qué punto pueden llegar y atreverse”.

El asma no le fue un limitante, sin embargo no se aparto nunca de su medicación.

“Es necesario hacer etapas, en todo, y cada uno ve sus necesidades y cómo su cuerpo responde. En mi caso los montañistas promedio salen del campamento tipo cuatro o cinco de la mañana, yo salgo a las tres, porque tengo mi ritmo y voy haciendo mis paradas” y detalló: “Se vuelve indispensable estar acompañado con un médico de cabecera, le decís qué te pasó, que no y el doctor trata de observar a ver qué otro tipo de medicación existe o qué otro tipo de medicación puede resultarte útil”.

“Es un ir y venir constante entre la actividad, los proyectos que uno tiene y su médico de para vivir una vida plena, tratar de disfrutar y alcanzar los proyectos que uno tenga”.

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