Una fe inquebrantable: las historias de los fieles que demuestran su devoción al Cristo de la Quebrada
Feligreses de varias generaciones mantienen sus creencias intactas al Santo ubicado en la capital de la fe.
Como todos los años, la fiesta de la Villa de la Quebrada atrae a cientos de miles de fieles no sólo de San Luis sino de diferentes puntos del país por una causa en común: agradecer, pedir o cumplirle alguna promesa al Cristo de la Quebrada.
La devoción de los feligreses es tan grande que incluso recorren varios kilómetros a pie, en las tradicionales peregrinaciones, a caballo en el caso de agrupaciones gauchas o viajando largas distancias desde otras provincias.
El Chorrillero habló con algunos fieles que asistieron a la festividad religiosa de este año y contaron sus historias. La mayoría viene todos los años, otros lo hicieron por primera vez, pero la fe y la esperanza se repite en cada uno de ellos.
Una de las imágenes que más llamó la atención del 1º de mayo fue la llegada de las agrupaciones gauchas de departamentos de localidades y parajes del departamento Belgrano. Fueron 30 jinetes, de distintas edades, que cabalgaron casi 100 kilómetros, desde La Calera, cumpliendo con una tradición que inició hace 26 años.
Todos estuvieron vestidos para la ocasión; boinas, bombachas, pañuelos, bien al estilo criollo. Se posicionaron frente a la parroquia con sus caballos y mostraron siempre respeto al patrono de la localidad.
Uno de ellos, Nicolás Coria, indicó que participar otro año más de la celebración "es una alegría muy linda porque con esto mostramos la tradición del gaucho, por eso estoy muy contento”.
“Es una promesa que se cumple al Cristo por ciertas cosas de uno mismo, es todo fe y creencia. Además, todo esto genera algo especial y es una experiencia inolvidable también entre amigos y familia”, expresó.
“Le pedimos lo de siempre, salud, trabajo, alegría. Esto es algo nuestro, de nuestras raíces. Lo hizo mi papá y ahora lo hago yo”, dijo Juan Carlos Ledezma, que vino desde el paraje San Vicente junto a su nieto Nicolás arriba de otro caballo.
Rosa, una mujer de 78 años, hace 50 años que viaja desde Guaymallén, Mendoza, hacia la capital de la fe para cumplir y agradecerle al Santo.
“Vine por primera vez porque mi hijo tenía un dolor de cabeza. Le pedí al Cristo y sanó pero a pesar de eso, no dejé de asistir porque hasta la muerte tengo promesa”, indicó la abuela mientras subía el calvario con cierta dificultad por la edad pero con el ímpetu intacto como hace medio siglo.
Ni la distancia, economía o el tiempo impidieron que visite en estas fechas a Villa de la Quebrada. Su historia es un ejemplo de devoción que emociona e inspira: “Si no puedo venir me pongo mal, así que tengo que venir sí o sí, como sea, que me presten plata o como sea. Pero esto es obligación para mí”, contó.
“Ahora vengo a pedir por mi hijo y también para agradecer que estoy viva”, sostuvo.
Viviana Parola y Daniel Villareal, un matrimonio de Realicó, La Pampa, aprovecharon el feriado para conocer por primera vez la esencia que genera una de las fiestas religiosas más importantes del país.
“Hace años que nos enteramos de esta fiesta, lo buscamos en Google y esta vez dijimos que debíamos venir. En esta ocasión no le pedimos nada al Cristo, sólo agradecer, sobre todo por la salud de nuestros hijos”, manifestaron.
Silvina y Vilma son dos amigas que llegaron del sur de Córdoba. Ambas subieron el calvario acompañadas de familiares. La primera ya conocía porque asistió en otra oportunidad mientras que la segunda lo hizo por primera vez y no pudo contener la emoción: “Estoy agradecida, elegí venir a este lugar y la verdad que me gustó. Creo mucho en Dios y en la Virgen entonces dije no voy a llegar porque lo veía muy alto desde abajo y sin embargo lo hice”.
Con lágrimas en los ojos, la mujer expuso: “Siento la presencia de mi Dios acá, que es quien me acompaña todos los días de mi vida porque estoy pasando momentos muy difíciles por mi madre que la tengo enferma y un montón de cosas. Ojalá que pueda volver otra vez, la verdad estoy muy feliz agradecida a mi Jesús amado”.
Por su parte, Silvina comentó que ambas siempre hablaban por teléfono y Villa de la Quebrada fue el punto de encuentro: “El camino nos unió”.
“Esta fiesta se nombraba mucho a nivel nacional y nos generó curiosidad por la fe y motivación que hay todos los años. Uno viene acá y se siente renovado. En nuestro caso queremos agradecer y aprovechar la oportunidad para pedirle por alguna situación personal”, manifestó.
Belén Reinchisi, de 33 años, oriunda de Mendoza, viene desde que era niña y en esta oportunidad hizo el recorrido de las estaciones de rodillas y ayudándose con sus manos. Utilizó unos paños para sus palmas y unas rodilleras. Como ocurre con algunos creyentes, ella prefirió no revelar la promesa que cumplió pero su emoción y la de su familia era elocuente. “Es un agradecimiento puro. Le debía la promesa al santo”, se animó a contar.
Belén Reinchisi, acompañada de su familia, subió el calvario con sus manos y de rodillas para cumplir una promesa.
La mujer, oriunda de Mendoza, utilizó unos paños para sus palmas y unas rodilleras. Sabía que el ascenso no sería fácil, bajo el sol y el cemento, sin embargo, nunca se rindió y cumplió. Al final, largó un llanto desconsolado en la estación que muestra a Jesús crucificado como señal de alivio y alegría.
“Somos devotos desde toda la vida. Vengo desde que era bebé, así que la fe siempre ha sido la misma, de generación en generación”, señaló.
Y agregó: “El agradecimiento puro obviamente es lo que me ha motivado para poder cumplir y mi familia me acompañaron para poder llevarla a cabo. Atravesé una situación difícil y le debía la promesa al Santo, así que acá estamos”.
“El Cristo cumple siempre que uno pida con fe. Sé que eso es lo que mueve montañas”, finalizó.
Notas: Leonardo Kram – Fotos: Aldo Marchiaro – Edición: Juan Ledesma