Murió Nelson Madafs, el hombre que fue torturado y estuvo preso por un crimen que no existió
Desde hace años batallaba con serios problemas de salud. Así, culmina la vida del protagonista de una de las historias más duras de San Luis marcada por la violencia institucional y la injusticia, ya que estuvo tres años preso. Se vio obligado a confesar el asesinato de una adolescente bajo torturas y aberrantes vejámenes.
La historia de Madafs ocupa un lugar privilegiado en las páginas negras de la historia de San Luis. Fue torturado y estuvo preso acusado de un crimen que nunca existió porque Claudia Díaz, la adolescente que supuestamente había asesinado, apareció años después con vida.
Después del infierno que vivió le quedaron secuelas de la que nunca más se pudo recuperar. Arrastró graves problemas de salud a lo largo del tiempo. En varias oportunidades debió ser internado ante severas recaídas y de forma permanente debía acudir a la solidaridad de la comunidad para sobrevivir.
Para conocer su historia hay que viajar al comienzo de todo.
Nacido el 17 de agosto de 1969 en San Juan trabajó en el campo. Las fincas eran su lugar. Cargar bolsones de papas o cebollas era su día a día.
Sin embargo, llegó 1989, año que la falta de trabajo en la vecina provincia y una grave sequía le cambió la vida. Fue momento de mudarse a San Luis.
En territorio puntano trabajó en la fabricación de ladrillos, albañilería y carpintería. Las changas, en definitiva.
En octubre, conoció a Díaz, dos días antes de su desaparición. Según contó, le compró un helado y se sentaron en la Plaza Pringles, luego de ir a la escuela.
Después de eso la acompañó hasta su casa, para luego continuar con el camino hacia la suya. Era una caminata de media hora. Cuando llegaron, la joven golpeó y salió su mamá preguntándole quién era él. “Somos amigos”, le respondió ella. Finalmente se despidieron. Fue la última vez que la vio.
Nelson Madafs en su casa ubicada en la zona oeste de San Luis.
El 16 de octubre de 1989, tiempos en que gobernaba Adolfo Rodríguez Saá, la chica desapareció y Madafs se convirtió en el principal sospechoso.
Fue apresado y acusado de haberle provocado un aborto clandestino a la adolescente y asesinarla. Un escuadrón de la división de Investigaciones irrumpió en su casa una madrugada en 1992. Se llevaron por delante todo. Golpearon al padre, a un hermano y a una hermana embarazada.
El disparador fue una carta anónima que había llegado al juez del Crimen, Néstor Ochoa, donde lo acusaban de haber matado a la mujer y de enterrarla. El magistrado también participó de las torturas.
Poco después, en medio de torturas insoportables por parte de efectivos de la Policía provincial, confesó la muerte.
"Me colgaron de un árbol y me enterraron dos horas. Me partieron la cabeza con un arma, me molieron a golpes, tenía sangre en el estómago, me salía sangre de los oídos y de la nariz. Me ataron las manos y quedé inutilizado, aún hoy estoy discapacitado en un 90 por ciento y no puedo trabajar", contó un sinnúmero de veces.
Sufrió quemaduras con cigarrillos en distintos puntos del cuerpo, le sacaron dientes con pedazos de botellas, lo azotaron, le gatillaron en la cabeza, le arrancaron una uña con una pinza y hasta lo tiraron al río con peso en los pies para hundirlo.
Su relato siguió: "Estaba reventado. Preferí decir un supuesto lugar donde la había enterrado, antes que morir", sostuvo. Incluso dio las coordenadas del lugar donde supuestamente había escondido el cadáver que nunca fue hallado.
Estuvo en prisión hasta 1995, cuando decidieron dejarlo libre por falta de pruebas, y luego de que Argentina se adhirió al Pacto de San José de Costa Rica.
Pero recién en 1998 se supo la verdad: la supuesta víctima del crimen apareció en Caucete, San Juan, más viva que nunca, con una pareja e hijos. La chica se había fugado de su hogar por culpa de su padre.
En su paso por la cárcel, Madafs se infectó de VIH. Su enfermedad y todo lo que había ocurrido no le permitieron continuar con su vida con normalidad.
Si bien nunca sintió resentimiento contra Díaz ni su familia, sí apuntó a la fuerza de seguridad. “Aún puedo reconocer a algunos de los policías (de San Luis) que me torturaron. De algunos me acuerdo”, aseguraba.
Recién el 30 de julio de 1998 Madafs fue sobreseído. De inmediato le inició juicio al Estado, pero no pudo exigir la reparación que correspondía porque la ley impone restricciones cuando se demanda sin pagar las costas legales.
El fallo dividido del Superior Tribunal de Justicia en 2009 hizo lugar a la demanda por “daños y perjuicios”, pero nunca dijo quienes se los infringieron. El texto fue rubricado por los jueces de aquel momento Florencio Rubio y Horacio Zavala Rodríguez y los camaristas Carlos Maqueda y Hugo Saá Petrino, que subrogaron al presidente, Omar Uría y Eduardo Gatica.
Le otorgó una indemnización de $349.369 pero sólo recibió $140 mil por los daños que le provocaron.
Durante su vida tuvo serios problemas en los riñones y huesos e incluso perdió la vista en un ojo. A su vez, tuvo dificultades para oír.
En los últimos años, debía acudir a la solidaridad para comer y comprar suplementos vitamínicos costosos como Ensure. Su voluntad para vivir era la clave. Preparar la comida, charlar con su familia, limpiar y cuidar de sus animales eran el motor.
Vivió mucho tiempo a las afueras de San Luis en estado de pobreza y abandono, ya que el Estado no se hizo cargo de su tratamiento integral.
Con su mamá Lorenza y con el menor de sus 13 hermanos estuvo acompañado en una vivienda precaria, que recién en 2019 se convirtió en su propiedad a través de la Municipalidad de San Luis. Además, se sustentaba de una pensión mínima.
Sin embargo, en el último tiempo, tras la muerte de su madre de cáncer, vivió en el hogar de su hermana, Violeta.
Históricamente, organizaciones sociales y de derechos humanos velaron por él. Cartas y pedidos a los diferentes Gobiernos se formularon periódicamente.
Lo cierto es que la vida de Madafs se apagó y con ella la llama de un caso paradigmático de la injusticia en San Luis.