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POR ASTRID MORENO GARCÍA DIONE

Nancy Sosa, la cuna al lado del escritorio: dejar huella como ministra de Seguridad y madre

Lidera una área clave del Gobierno, la que está a cargo de velar por los sanluiseños. Lo que une ambos roles: la dedicación y un legado que la trasciende.

Por Astrid Moreno García Dione

Al ingresar al despacho de la ministra de Seguridad, Nancy Sosa, están las banderas Argentina y de San Luis, una mesa amplia, probablemente para reuniones de gabinete, y en el flanco derecho se encuentra su escritorio. A su lado, la cuna de Ángela, su hija de un año, en la que reposan plácidamente los osos de peluche de la pequeña; al sector lo complementa una alfombra y un sillón donde la niña estaba tomando la mamadera.

Nancy levanta a su hija y sonríen. El rostro se le descontractura y cambia de la seriedad protocolar a la que tiene acostumbrados a la mayoría. En ese momento, tan íntimo pero a su vez común al de muchas mujeres, cada tanto la interpela un pensamiento de culpa: “¿Le estaré haciendo bien con este ritmo de vida?”. Y recuerda a su madre, que también la llevaba con ella al trabajo. Entonces, se emociona y entiende que es parte de un legado que la trasciende.

“Uno es la continuidad de alguien. Yo soy en parte la continuidad de mi mamá y de todas las personas buenas que tuve en mi vida, que me acercaron un consejo, que me formaron. Incluso también de aquellas en las que vi malas cosas y dije: ‘yo no voy a repetir esta historia’. Eso construye al ser humano, elegir”, analizó en una charla íntima con El Chorrillero.

Las palabras que le dijo su madre a lo largo de su vida la marcaron profundamente. Admite que “dejó muy alta la vara” y que es una suerte de guía a la que vuelve para replantearse la crianza que le da a su pequeña.

“En algún momento de la vida los hijos entendemos las palabras, pero lo importante es que estén y que sean dadas con afecto, amor y verdad. Son como mojones que van quedando. En algún momento, cuando el tiempo va pasando, suben a la superficie y uno puede encaminar su vida con eso”, analizó.

Sobre ser madre soltera, y sin demérito del rol paterno, aclaró que es doblemente difícil pero que no hay nada como el vínculo de la mujer con su hijo. "Dios quiso que fuera así", aseguró con una fe férrea. Dos primicias que hace unos años, y en algunos casos actualmente, suenan contrapuestas: la Iglesia y la concepción sin el sacramento del matrimonio.

"Me parece que algunas cosas se han caído por su propio peso y lo cierto es que quienes hemos conocido, hemos estudiado un poco sabemos que hay que diferenciar algunas cuestiones. Una cosa es la religión encasillada en dogmas y otra cosa es ser cristiano y vivir una fe cristiana. Ahí en el medio hay un abismo. La religión es importante porque contiene, da un marco, pero mucho más importante es construirse espiritualmente porque eso es lo que podemos hacer que trascienda para el otro", aclaró.

Nancy recuerda muy bien dos momentos de su vida: cuando el gobernador Claudio Poggi le anunció que iba a ser ministra de Seguridad, que describió como “el mejor trabajo del mundo”, y el día en que supo que iba a ser madre. Confesó que este último fue el que le generó más nerviosismo. “Me va a cambiar la vida”, pensó.

Nancy Sosa, la cuna al lado del escritorio: dejar huella como ministra de seguridad y madre. (Foto Lautaro Sánchez)

La funcionaria es la segunda mujer en la historia de San Luis en ocupar el cargo de ministra de Seguridad. “Recuerdo muy bien ese momento. Íbamos en auto con el actual gobernador de la provincia. Él la verdad es que siempre es tan directo. Además, no podía sorprenderme mucho conduciendo. En el acto sentí el peso de la responsabilidad. Eso me pasó mientras…”, explicaba, pero de fondo se escuchó un maullidito, casi imperceptible para el oído común, aunque clave para una madre.

Inmediatamente, Nancy alzó la vista y pidió a sus colaboradoras asistencia con la pequeña. “Perdón, corté porque la escuché”, aclaró. Al chequear que todo estaba bien, prosiguió: “Me enteré mucho tiempo antes de mi designación y, cuando tomaba el volante del vehículo, pensaba en ese peso. Es un ministerio duro y había que empezar a formar los equipos que iban a dirigir cada una de las direcciones que integran el ministerio”.

Con un espíritu de docente, comenzó a planificar cómo se estructuraría el equipo, qué perfiles encajarían mejor en cada dirección y la forma de articular el trabajo entre las tres instituciones clave que hoy tiene a su cargo —la Policía de la Provincia, el Servicio Penitenciario y el Instituto Superior de Seguridad Pública—. Con el tiempo, reconoce, la dinámica cotidiana del trabajo terminó absorbiéndolo todo.

“Esto ya es más profundo y más personal. Pero yo llevo muy constante en mi mente y también en mi corazón la seguridad de los puntanos. Es algo tan difícil y tan valioso, y que se pierde en un instante”, contó. Y agregó: “Lo cierto es que uno trabaja constantemente con los equipos para que esté la seguridad, pero a la misma vez sabe de esa fragilidad que tiene”.

Con precisión quirúrgica y un control que acompaña con su forma de hablar y moverse, el abordaje de esa fragilidad lo trabaja en lo que clasifica como: controlar las variables, achicar los riesgos y un trabajo escalonado, donde la resolución de un foco de crisis sirve como contención para el siguiente peldaño.

Sosa es la segunda ministra provincial de Seguridad en todo el país. La acompaña su par de Mendoza, Mercedes Rus, y, a nivel nacional, Patricia Bullrich. Con el riesgo consciente de lo peligroso que es revalorizar conductas que deberían ser del cotidiano trato humano, la sanluiseña asegura que nunca sintió más que respeto de quienes debe coordinar en un rol vinculado a las fuerzas policiales y un espacio habitado mayormente por masculinidades.

“Si lo pensás un poco más personal, eso social y cultural está presente. De hecho, donde más lo percibo es cuando hacen el Consejo de Seguridad Nacional: la mesa incluye dos ministras de Seguridad provinciales, a la ministra de la Nación y todo el resto son varones”, relató. Y ejemplificó: “Una vez lo hablábamos con mi par mendocina. Hemos tenido la oportunidad de enfocar mucho la tarea conjunta y mirábamos justo una nota que nos habían hecho y decíamos que la foto de ambas sonaba un poco rara”.

—Cuando hay una mujer en un puesto de liderazgo se le exige tener carácter, quizás en un hombre…
—Se da por sentado que lo tiene —completó.

“Sí, pareciera que este rol lleva intrínsecamente esto de poseer un carácter, porque hay que dirigir personas. No comparto mucho esa mirada. Las personas, cuando encuentran liderazgos de servicio, de ejemplo, de transformación, sean varones o mujeres, acompañan”, explicó.

Nancy considera que cuando una autoridad ejerce su poder de manera excesiva, se genera una distancia con la gente que perjudica tanto el vínculo con los ciudadanos como la posibilidad de alcanzar los objetivos propuestos.

“Yo quisiera que mi liderazgo sobresaliera por el servicio. Es la base de todo. Cambia las piezas de lugar: si quien está arriba se pone al servicio de la comunidad, como debe ser, al servicio del Estado, al servicio del gobierno, es más fácil construir”, aseguró.

Por definición, “ponerse al servicio” significa estar a disposición de alguien, ser útil para un propósito o función específica, desempeñar un trabajo de manera voluntaria y en beneficio de otros. Es en esas condiciones en las que la ministra considera que los liderazgos son importantes.

“Líder es aquel que más entrega, que más horas pone el pecho, que asume más desafíos, que acompaña, que escucha. Y eso necesariamente pone en juego el factor humano más allá de todo”, apuntaló.

Nancy Sosa, la cuna al lado del escritorio: dejar huella como ministra de Seguridad y madre. (Foto Lautaro Sánchez)

Además, resaltó la importancia de diseñar políticas públicas con una mirada a largo plazo, que trasciendan los mandatos y beneficien a las generaciones futuras: “No importa si yo lo puedo disfrutar o no. Lo importante es que lo que se hace sea bueno para San Luis y perdure en el tiempo”.

—¿Y cómo se combina el ser líder y ser madre?
—Y… ahí se complica. Son dos cuestiones sumamente fantásticas: la del liderazgo es un trabajo diario, en lo personal y en lo laboral. Y la de ser mamá es poner todo el corazón ahí. Ángelita ha cumplido un año y ahora estamos en este proceso en que ella me acompaña a mí.

La jornada comienza temprano junto a su hija. Antes de salir, se ocupa de prepararle la comida —y, si el tiempo alcanza, también de la suya—. Si no, toca comer una vianda de las que ofrecen los vendedores ambulantes en Casa de Gobierno. A las ocho ya están en el Ministerio: Ángela se queda en el despacho al cuidado de una colaboradora, mientras ella inicia con las actividades del día.

Procura mantener una agenda planificada con unos quince días de anticipación, que incluye reuniones con directores, seguimiento de la gestión diaria, revisión de expedientes y proyección de acciones. Al mediodía hace una pausa junto a su equipo para almorzar en la oficina y luego continúan con las tareas hasta la tarde, generalmente entre las seis y las siete, aunque a veces más tarde si la situación lo requiere.

“Mi hija no solo crece con mi cariño, sino con el de quienes pertenecen a la administración pública, que están aquí en el ministerio. Son también ojos que ven a Ángela, que están ahí atentos a cualquier cosa. Son consejos de esas mamás, de esas abuelas, de esas hermanas, de esas tías, que vienen tan bien cuando uno es la primera vez que tiene un hijo”, contó. Y explicó que son ellas las que la apoyan cuando siente esa culpa por llevar a su hija al trabajo: “Me dicen ‘no, ministra, esté tranquila, usted no se haga problema. Vamos para allá, para acá’, y me ayudan. Así que, gracias a eso, desactivo ese pensamiento de ‘le estaré haciendo bien con este ritmo de vida’”.

La ministra también suele acompañar operativos policiales, especialmente los vinculados al combate del narcotráfico, que muchas veces se desarrollan a última hora. “Me gusta estar presente, porque detrás de cada acción hay personas que ponen mucho esfuerzo y compromiso.”

Sobre estos servicios y el temor por su resguardo y el de su pequeña, aclaró: “No tengo miedo. Tomo las precauciones según lo requiera el caso. Yo quiero que tengan miedo los que traen la droga a San Luis”.

A pesar de su actitud combativa, Nancy es plenamente consciente de los peligros, aún más que un padre o madre con otro oficio. “Si bien eso es cierto, creo que me sirve para proyectar la idea de crianza, de educación, de contexto y de las cuestiones personales que no hay que cederlas a otros, sino que hay que hablarlas con los niños desde nuestro rol de mamá o nuestro rol de papá.”

Cuando no hay actividades extraordinarias, vuelve a casa alrededor de las ocho de la noche. Allí, la rutina se torna más tranquila: Ángela se acuesta temprano y, una vez que ella duerme, aprovecha para ajustar los últimos detalles del día antes de descansar.

Sobre cuál es el punto en común entre su trabajo como ministra de Seguridad y su rol de madre, reflexiona unos pocos segundos y afirma que es la dedicación, concepto que “en definitiva es el sentido de la vida: si trabajamos, que se note, y dejemos huellas; y si somos padres, que se note y dejemos huellas en la vida de nuestros hijos”.

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