ESPECIALISTAS EN BAÑOS
Robaron sanitarios de una casa, tres días después hicieron lo mismo en otro lugar y quisieron huir en taxi con dos inodoros a bordo
Raúl Ortiz y Juan Gil, de 24 y 29 años, fueron demorados el jueves por ingresar a una vivienda y sustraer, entre otros elementos, grifería del baño. Antes de que se cumplieran las 72 horas de ese robo, ya estaban afuera delinquiendo.
Por Marina Rubio
Hay delincuentes que roban en negocios, están también los arrebatadores callejeros. Los hay de mayor calibre, como los que asaltan bancos con una logística pensada y hasta ladrones profesionales que entran a museos como el Louvre, el Prado o el MET y se llevan invaluables obras de arte u objetos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad. Tal como sucedió esta semana en el museo parisino. Esos últimos son malvivientes que juegan en otras ligas, no necesitan armas blancas ni de fuego, solo una buena planificación. De esos, de película, no hay en Argentina. No actúan acá, no pueden. Tienen que hacerlo en Europa, New York, entre otras capitales metropolitanas.
De ahí para abajo, en Villa Mercedes hay de todo. Es una selva. En los últimos días un par de ladrones demostraron que solo les interesa hacerse de ciertos elementos y en eso se han especializado: robar inodoros, griferías y otros productos sanitarios. En solo tres días ingresaron a dos domicilios y sustrajeron todo lo que pudieron de sus baños. Pero dejaron entrever que algo de clase tienen. En una elegante salida, en lugar de la típica huida a oscuras, a toda prisa a pie o en moto, porque el peso del botín no se los permitía, en su último “golpe” escaparon en un taxi. Bueno, trataron.
Pero hay algo que Raúl Abdón Ortiz y Juan Enrique Gil tienen en común con esos ladrones de Hollywood, que entran sigilosamente y con herramientas sofisticadas y jamás creadas a los museos más importantes del Mundo, y es que no usan armas. Según las averiguaciones de la fiscal adjunta Laura Parisi, entraron a domicilios donde no vivía o parecía que no residía nadie. Violentos o no, están detenidos.
La mañana de este martes la representante del Ministerio Público Fiscal (MPF) los imputó por “robo simple” y “robo simple en grado de tentativa”. Estarán en los calabozos de dos comisarías, en principio, hasta el lunes, cuando venza la prórroga del arresto que solicitó la defensora oficial Victoria Suárez, quien los representa en esta primera parte del proceso penal.
Cuando ese plazo se cumpla, el juez de Garantías Matías Farinazzo Tempestini deberá decidir si mantiene las imputaciones en su contra y si los envía al Servicio Penitenciario de San Luis, solo en el caso de que la fiscal adjunta solicite su encarcelamiento.
Lo irónico es que tanto Ortiz como Gil fueron demorados por la Policía por el primer robo que cometieron, según la teoría de la fiscalía, el jueves pasado. Pero es obvio que la Justicia no tardó nada en liberarlos, porque a los tres días los patrulleros de la División de Rápida Intervención Motorista (DRIM) volvieron a arrestarlos.
La primera vez los ahora imputados de 24 y 29 años entraron a una casa de General Paz al 1200, entre las 18:30 y 19:30, explicó Parisi. La funcionaria detalló que el sitio tiene un cierre perimetral. Todo indicaría que arrancaron la reja de una ventana y rompieron su vidrio. Así, consiguieron meter un brazo, girar la perilla e ingresar.
Robaron sanitarios de una vivienda.
La dueña de la vivienda no estaba allí. Atraviesa una enfermedad y por eso está en lo de su hija, bajo su cuidado. Contó que cuando los policías arribaron, alertados por un llamado al 911, identificaron rápidamente a Gil cuando salía de una ventana. Tenía en una mano una bolsa repleta de grifería de baño y cinco tubos de bronce.
Había una persona, encargada de cuidar el lugar. Los efectivos le pidieron permiso para entrar y revisar la vivienda. Una vez dentro, examinaron cada rincón y hallaron, oculto en un placard, a Ortiz.
Cuando la damnificada denunció el robo detalló que fue más grande de lo pareció. Dijo que le faltaba “una alacena de melamina, un espejo con los bordes de madera, dos caloventores y que habían dejado una heladera tirada en el piso con el motor arrancado”, además de la grifería y los tubos de bronce.
Antes de que se cumplieran las 72 horas de ese primer robo, Ortiz y Gil ya trabajaban en el segundo. El domingo un remisero llamó al Centro de Operaciones de la Policía (al 911) para avisar que dos hombres intentaban hacer un viaje con dos inodoros a bordo. Extraño. A las dos de la madrugada, más sospechoso aún.
El chofer refirió que estaba en Pedernera al 1000, mientras los particulares pasajeros se las ingeniaban para cargar los sanitarios en el coche. Cuando los patrulleros en moto llegaron, Gil y Ortiz no intentaron explicarse ni simular nada. Uno quiso escapar, pero no pudo. El otro lo consiguió, aunque no llegó lejos.
Los policías lo hallaron escondido en el patio trasero de la vivienda a la que habían entrado antes. Tenía a su lado dos inodoros. En esa casa no reside nadie, dijo Parisi, porque su propietaria falleció. Pero eso no quería decir que la casa no contara con medidas de seguridad. Por eso los delincuentes tuvieron que forzar el pasador de una puerta para entrar.