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Dr. Costa Gil: “Partí sin irme, no olvido mis raíces y con un orgullo inocultable digo dónde nací”

Es el profesional puntano que fue designado recientemente como el nuevo presidente de la Sociedad Latinoamericana de Diabetes para el período 2019-2022; una elección que suma prestigio a la dedicada tarea que ejerce hace 46 años. Está radicado en La Plata desde el primer día que decidió iniciar sus estudios de medicina en la universidad platense, pero parte de su corazón y de su sangre están en San Luis. Se crió en el seno de una familia humilde y trabajadora, con orígenes italianos.

Actualizada: 14/11/2016 06:04
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Su abuelo paterno, José Costa, fue el fundador de la sodería más tradicional que tiene la capital puntana, y su niñez y adolescencia las vivió cerca de la empresa que funciona en Caseros y Ayacucho, en medio del amor de sus primos y de sus tíos.

Su nombre completo es José Esteban Costa Gil. Cuando se toma unas horas para responderle a El Chorrillero, expresa los recuerdos más sentimentales y profundos de su historia; los más significativos e influyentes en el desarrollo de su vida profesional. Por eso nunca olvida al nono Pepino, fundador de la sodería, un personaje al que rotula como inolvidable, y a quien responsabiliza de haber marcado, sin proponérselo, su futuro.

Fue el nieto mayor y por eso fue quien más disfrutó a Pepino: “Era un siciliano de carácter fuerte, pero era el ser más dulce con su nieto”, recuerda. A su abuelo lo mató la diabetes: “Murió cuando le amputaron una pierna por una gangrena en su pie. Tengo la imagen de mi padre sentado llorando en el cordón de la vereda conmigo a su lado. Yo tenía 5 años. Quizás eso decidió que de esa humilde y trabajadora familia naciese un médico y que luego se dedicase a luchar contra la diabetes y proteger para que los nonos, sigan jugando con sus nietos”.

Es especialista en Endocrinología (glándulas) y también en Nutrición. Por eso cree que su historia emocional fue determinante para que haya tenido una dedicación pronunciada por la diabetes a lo largo de su carrera como médico.

“Cuando tuve la fortuna del posgrado en Estados Unidos, participé en el desarrollo de las bombas de insulina que luego resultó en el primer sistema específico para administrar insulina que se aprobó en Estados Unidos. Por supuesto, dimos los primeros pasos de lo que hoy se considera “el estándar de oro” del tratamiento con insulina, donde la tecnología sigue con progresos cada vez más alentadores”, recuerda como alguna de las experiencias que ha logrado en el campo de la investigación.

Recuerdo dej jardín. Junto al grupo del kinder en la Plaza Pringles (1951).

El origen

Fue el hijo único de Carlos Costa y Argentina Gil, ambos provenientes de familias de gran arraigo en la ciudad. “Partí a los 17 años, en 1964, a estudiar Medicina en la Universidad de La Plata. Recibí el título de Médico en 1970, luego hice la Carrera Docente Universitaria, me especialicé en Endocrinología y en Nutrición, y me Doctoré en Medicina”, cuenta el médico desde su casa, tres días después que fuera elegido como el próximo presidente de la Sociedad Latinoamericana de Diabetes, por su reconocida trayectoria y por los conocimientos científicos que demuestra sobre la problemática a nivel mundial.

De su niñez y juventud solo puede hablar “de felicidad y bellísimos recuerdos”. Por aquel entonces, “todos los Costa vivían alrededor de la fábrica: Emilio y Ana, Alejandro y Basilia y Antonio y Chela”.

A sus recuerdos le dedica un espacio especial a la familia de su madre: “Los Gil tenían otro patriarca, el abuelo Esteban. Riguroso, prolijo. Fue el Jefe de la Estación de Trenes hasta jubilarse y mis padres se casaron en la antigua estación. De alguna manera también aquí fui el primer nieto, sin serlo, pues mis primos mayores en la familia Gil no vivían en San Luis”.

Y con el amor de un nieto recuerda cómo eran sus abuelas: “La Nona Pepina, silenciosa y trabajadora incansable, la abuela María del Rosario, también silenciosa y de una dulzura incomparable”. Recuerda que siempre fue el centro de los mimos de las tías Pocha, Arbelia, Enriqueta y Memé, y del tío Ángel: “También mis primos fueron mis hermanos. En realidad hoy siguen siéndolo y tenemos una relación muy cercana en el corazón”.

Hizo su primario en la Escuela J.P. Pringles y el secundario en el Colegio J.C. Lafinur: “Si bien soy, aún a mis 70 años, muy memorioso recuerdo el nombre de casi todos mis compañeros y por supuesto de mis maestras y maestro y a los profesores y mis preceptoras del Colegio”.

Recuerdo con sus compañeros de 4º Grado de la Escuela Juan Pascual Pringles.

También rememora a sus amigos incontables, allá en los años 60: “A pesar de tanto título académico de hoy, era el que cantaba los viernes y sábados rock (desde los 14 años hasta que partí) con un grupo que lideraba Guillermo Albizu, quien hoy debe seguir tocando su piano, con el Supremo sentado, escuchándolo fascinado. Mantengo contacto con muchos de ellos con el intenso afecto, como cuando éramos adolescentes”.

Final del 6º grado en 1958., junto al maestro Amado Neme.

Su San Luis eterno, donde viven sus raíces

Partí sin irme. No olvido mis raíces. Con orgullo inocultable digo dónde nací. Todos en el ambiente científico y académico cercano saben que soy de San Luis. Y si bien en 2014 me distinguieron como Ciudadano Ilustre de la Ciudad de La Plata, antes me habían nombrado Hombre del Año en Medicina en mi ciudad natal. Hasta es simpático contar que cuando frente a Sternik o Carreño o Shwarz u otros amigos médicos creen que soy platense, ellos se encargan de aclarar: ¡es puntano! ¡Es nuestro! Ellos fueron, de alguna manera discípulos, hoy me abrazan con el mejor calor, el de la amistad”.

En San Luis vive casi toda su familia paterna y materna. “Todavía tengo tías que viven, aunque ya la mayoría no están físicamente, siguen en mi corazón. Pero mis adorados primos de San Luis, están todos, afortunadamente”.

Ya viejitos y porque solos no podían vivir, llevó a sus padres a La Plata, y entonces los viajes a San Luis fueron cada vez más espaciados: “Ellos eran el amor y la dedicación en pos de su único hijo. Hoy reflexiono lo duro que debe haber sido que yo haya partido tan joven a vivir a otro lugar. Sin embargo, todo fue aliento, estímulo y ejemplo. Siento que el viejo me dejó su amor al trabajo y la honestidad y Tina, la tenacidad y estoicidad”.

“Pero la vida da sorpresas”, dice, y cuenta que sus dos hijos mayores, Diego y Sebastián viven en San Luis. “Dos platenses, o de City Bell, decidieron completar el círculo, regresaron para que la historia continúe. Y hasta Susy, mi primera esposa, madre de Diegui y Sebi también se radicó en San Luis”.

Se describe como un hombre feliz con lo que hace, un trabajador ordenado, que lleva los nombres de sus dos abuelos, José Costa y Esteban Gil: “La contracara de mi activa vida, es que me dejo atrapar por obligaciones y luego es poco el tiempo que resta para regresar a mi San Luis. Me siento un abuelo nada convencional”. En tierra sanluiseña viven Iñaki y a Malen, y en La Plata, están Larita y Tomás, sus nietos.

Desde que partió de San Luis, excepto cuando realizó un fellow en la Universidad de Indiana, en Estados Unidos (1979-1980), ha vivido siempre en La Plata.

De su matrimonio con Susy además de Diego y Sebastián, nació Pablo. “Con Patricia, mi esposa actual, vinieron Mariano, María Luján y Guadalupe, que falleció al nacer. Los cinco, se han encaminado en actividades diferentes y siento un amor por ellos, que es difícil expresar en palabras. Hay expectativas de crecimiento familiar en los próximos tiempos”, cuenta con el orgullo indescriptible de un padre.

Ocupaciones actuales

Trabajó 35 años en el Hospital General San Martín de La Plata, la institución pública de mayor complejidad en la Provincia de Buenos Aires, en aquellos años, y allí se jubiló como jefe de servicio.

Su actividad como docente se centró en el posgrado, y fue profesor muy joven en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de La Plata. Actualmente sigue en posgrados de la Universidad Favaloro en Buenos Aires, donde tiene cursos, y en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tucumán.

Mantiene una intensa labor asistencial, dirige tesis (magister, doctorados), forma parte de jurados y diserta en congresos en distintos lugares. Hoy, a los 70 años de edad, sabe que no se equivocó cuando eligió la medicina y que siempre lo acompañó la vocación: “Disfruto diariamente de levantarme a las 05:00 a estudiar, escribir y preparar mis presentaciones”.

Charlas y participaciones en congresos forman parte de las ocupaciones actuales del dr. Costa Gil.

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