El encuentro extraterrestre más increíble de San Luis
La experiencia que vivió un grupo de pescadores en el año 1978 fue una de las más estudiadas y difundidas del país, inclusive trascendió las fronteras para tornarse un hecho mundial. Hoy a 39 años, la historia sigue vigente generando el interrogante: ¿Hay vida más allá de las estrellas?
El ser humano ha tenido la necesidad de ver el cielo desde tiempos inmemoriales. Los poetas buscaban a sus musas en los astros, los nostálgicos recorrían el pasado en el firmamento de la noche, otros añoraban la presencia espiritual de un ser fallecido y muchos simplemente se obnubilaron con la inmensidad de la creación. Más allá de la percepción individual, el simple hecho de levantar la vista a las constelaciones invoca la duda sobre la existencia extraterrestre.
En San Luis hay muchas historias anónimas que circulan rincones de calles, esquinas, bares y mates de amigos. Algunas de estas leyendas han muerto en la mera conversación; pero hay testimonios que por su autenticidad generaron la necesidad de divulgación y análisis.
Experiencia sanluiseña de tercer tipo
Quizá el caso de mayor trascendencia, que desató el debate a nivel mundial, fue el avistamiento de “La Florida” en 1978. Un grupo de amigos protagonizó una vivencia, que cambió sus vidas para siempre.
La noche del 4 de febrero, Genaro y Pedro Sosa, Regino Perroni y Jacinto Lucero organizaron una salida de pesca. Luego de comprar el asado que compartirían en su momento de amistad, subieron ansiosos al Fiat 125 de Genaro para buscar a Ramón Sosa y Manuel Álvarez, para concretar el viaje.
Transitando la ruta 20, entre conversaciones, silencios, miradas, cada cual contempló a su manera el universo, plasmado en pequeñas gotas brillantes dentro de la profundidad de la noche.
Ninguno de ellos presintió que de alguna manera eso podía ser el presagio de un encuentro extraordinario.
Al llegar al Club Náutico de Pesca de La Florida, cada cual emprendió su actividad. Rodríguez había preparado unas empanadas, Álvarez comenzó a hacer el asado. Mientras la carne comenzó a generar un ruido exquisito, como traduciendo el código del aroma futuro, los amigos charlaron, contaron chistes y prepararon la ceremonia culinaria.
Luego de deleitar el menú, entre 0:30 y la una de la madrugada ya navegaban para pescar. Una balsa transportaba a los amigos y su equipo de pesca. Remaron hasta encontrar con minuciosa intuición el lugar más tranquilo del lago.
A las 2:10 se instalaron en otra embarcación, “La Niña”, que era de un amigo, y sintieron cierto aburrimiento ya que no consiguieron pique. Incluso una hora más tarde Genaro, Ramón y Jacinto se fueron a dormir a unos 5 metros de la borda. Sólo quedaron Álvarez y Pedro Sosa.
De pronto Genaro se despertó por el grito aterrador de Perroni. A las 4:15, vio pasar algo frente a la luna. En un momento pensaron que era una estrella fugaz, pero sin cuestionarse demasiado por aquello, siguieron su actividad.
Sin embargo apenas era el inicio. A las 4:45, una intensa luz se proyectó sobre el cerro generando que los amigos se cubrieran sus rostros por la potencia de la luminosidad.
Lo que veían era un ovni. Una nave metalizada con la forma de un plato, irradiaba en su parte inferior una luz blanquecina, y en la parte superior, luces de colores verde esmeralda y rojo granate.
Se suspendía en el aire, como a unos 3 metros del suelo. Medía aproximadamente 15 metros de diámetro.
De la nave se desplegó una escalera por la que descendió un ser. Describieron al extraño hombre con una altura de 2 metros, vestido con un traje brillante ajustado, de color plateado, y sobre su cabeza llevaba una suerte de casco transparente.
El extraterrestre se deslizó por el terreno y se acercó a la orilla del lago. Sonriendo, colocó sus manos hacia adelante con las palmas hacia arriba. Luego giró y subió por la escañera hasta introducirse en el plato volador, según quedó asentado en el parte policial de la Jefatura Central.
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Investigaciones y conclusiones del caso
El hecho tuvo tal importancia, que trabajó un equipo de expertos para dar con resultados fehacientes. Según el sitio Realidad Ovni Argentina, trabajó personal de CAEFA (Centro Argentino de Estudios de Fenómenos Anómalos) de la Fundación de Disciplinas de Apertura con la pscicóloga Betiana Allen, Hugo Quiroga; en el análisis biorritmológico colaboró Beatríz Bibilondi y el identikit del objeto y del ser fue elaborado por el arquitecto Alberto Radaelli.
En la investigación general se desempeñó el parapsicólogo y especialista en ovnis Fabio Zerpa, quien vino a la provincia exclusivamente para analizar el caso. Incluso el investigador con más de 50 años de experiencia, emitió una serie de trabajos sobre el avistamiento en sus sitios virtuales.
También trabajó la Jefatura de la Policía de la provincia y la delegación de la Policía Federal.
El informe policial del 18 de febrero de 1978, firmado por el entonces jefe de la Policía, Raúl López; detalla que a las 4:45 del 4 de febrero, a unos 100 metros del club náutico, un grupo de personas “observaron un ovni rodeado de una aureola con irradiación fosforescente”.
Mas adelante el documento certifica que “la nave se encontraba a 4 metros del suelo” y “que se desprendía una escalera por donde descendió un ser con apariencia humana, vestido con un traje plateado, ajustado al cuerpo”.
Luego mencionan que tomaron muestras del suelo para que las analizara la división científica de la Policía, junto a la cátedra de Mineralogía dependiente de la Escuela de Geología y Minería de la Universidad Nacional de San Luis. El archivo finaliza diciendo que “no comprobaron radiactividad, magnetismo, ni signos extraños”.
Especialistas que trabajaron en la investigación descartaron un caso de alucinación colectiva o fraude. Los amigos no presentaban ningún tipo de trastorno mental, sus declaraciones ante las reparticiones policiales y los investigadores de CAEFA, coinciden.
Otro resultado de las investigaciones es que el aparato visualizado es de características similares a otros avistamientos en el mundo.
Hay patrones reiterativos en las diversas manifestaciones a lo largo del planeta, y esas características se dieron en el caso: “la presencia del agua, cables de alta tensión, minerales en la zona, movimientos sin sonido, luminosidad, aureola alrededor del objeto, comportamiento de paz y huellas”.
El ser posee una característica antropomórfica, es decir, casi humana. En los últimos años, las descripciones de este tipo de encuentros coinciden.
Con el paso del tiempo el caso quedó en el imaginario social y en los archivos de algunos investigadores, abriendo las puertas de la especulación a infinitos interrogantes, sin una conclusión cerrada.
La actualidad científica no ha probado la existencia de vida extraterrestre y casos como este, se suman a un archivo mundial de vivencias inexplicables.
Lo cierto es que algo pasó ese 4 de febrero y más allá de las averiguaciones o estudios efectuados, la estricta veracidad de lo acontecido quedó inmersa en los sigilos del macrocosmos que pronuncia un largo camino por conocer.