SAN LUIS
Faltan lluvias, también faltó previsión
Si no caen al menos 100 milímetros en noviembre, la siembra corre peligro de no llegar a tiempo. San Luis Agua cortó el suministro para riego y sólo abastece pueblos y ciudades.
La falta de agua, que en las ciudades y pueblos de San Luis se traduce desde hace un tiempo en falta de presión a la salida de las canillas y en restricciones de parte de las municipalidades, el campo la viene sufriendo desde hace dos campañas. Y todo indica que habrá una tercera este verano en la que habrá que implorar al cielo por unas lluvias que se hacen desear, lo que pone un gran signo de interrogante sobre la producción de maíz y soja, los dos cultivos más importantes que tiene la provincia para abastecer sus establecimientos pecuarios y la industria.
Hay lluvias por debajo de lo normal en casi todo el territorio, y lo más grave es que en Sudamérica en general los pronósticos anuncian que vamos camino a una tercera “Niña” consecutiva, que es un fenómeno climático que produce un enfriamiento a gran escala de la temperatura de la superficie del océano Pacífico, lo que se traduce en cambios en la circulación atmosférica, que comprende los vientos, la presión y las precipitaciones, que en estos casos suelen escasear de manera dramática.
Con este pronóstico amenazante, los productores no saben cuándo podrán sembrar los cultivos de verano, que necesitan que el perfil del suelo esté cargado de agua. Lo ideal sería hasta los dos metros, pero al menos tienen que contar con el primero para implantar las semillas. “Necesitamos al menos 100 milímetros en noviembre para empezar a pensar en la siembra gruesa, si viene más agua, mucho mejor”, pide un productor de la zona del Valle del Conlara que nació allí, por lo que sabe lidiar con la variabilidad del semiárido.
“Venimos de un faltante de agua de arrastre de la campaña gruesa pasada. Un déficit de unos 150 milímetros debajo de la media. Eso repercute en las reservas de los perfiles actuales. Si bien empezó a llover un poco más temprano de lo normal, incluso sorpresivamente en el invierno, fueron unos 20 milímetros en agosto y un poco más de 40 en septiembre. Octubre se está yendo con menos de 10. O sea que el total está entre 70 y 80 milímetros, que es todo lo que hay desde La Toma hasta Concarán”, completa el panorama el hombre de campo.
Con eso pudieron acomodar un poco el perfil, que estaba vacío, porque a la salida de la campaña anterior, después de la cosecha de la soja, entre abril y mayo no quedaban más de 20 milímetros en los dos metros de suelo. Lo poco que llovió lo consumieron esos cultivos. “Hacía mucho que no pasaba algo así, quizá desde la campaña 2011/12, cuando la sumatoria dio 450 milímetros y llegamos a la primavera sin agua”, recuerda.
Sabe que las precipitaciones nunca van a ser suficientes, porque a mediados de diciembre la demanda de agua los cultivos va a ser grande cuando el calor empiece a pegar fuerte. “Ahí arrancamos con altas temperaturas y no sólo los cultivos demandan, también el ambiente. Necesitamos esos 100 milímetros en noviembre, que serían registros normales para la época, para arrancar bien con los cultivos y que las primeras etapas del desarrollo sean las adecuadas”, pide el productor, que recomienda no apurarse con la siembra.
“Siempre hay locos que salen a sembrar temprano, pero no es lo adecuado, el riesgo es enorme. Todavía hay heladas y mucha variación de temperaturas, por lo que la implantación sufre. El cultivo se queda mucho en la tierra y tarda en salir. También tuvimos mucho viento, lo que acrecienta la demanda de agua. Pasa con campos de Naschel y La Toma, no tanto de Tilisarao al norte”, recorre mentalmente su zona de influencia, en la que las estimaciones hablan de que habrá un 60% de maíz porque la soja viene cayendo y sólo ocuparía el 30% de la superficie. El resto se lo repartirán entre girasol, el sorgo granífero y cultivos menores.
Él produce en secano, o sea con lo que le manda el cielo. El problema más grave lo tienen los que usan agua de riego, porque está suspendido el servicio para los que se manejan por gravedad, o sea aquellos usuarios de San Luis Agua que reciben el recurso por surcos en Tilisarao, San Pablo, Renca y hasta Santa Rosa.
“Están complicados, son sistemas poco eficientes en la zona en cuanto al uso del recurso. Pero esos campos no tienen otra forma de regar, son productores chicos, poco tecnificados, sin herramientas tecnológicas. Lo ideal sería que fueran a otros sistemas, pero no están dadas las condiciones del país”, advierte.
Hoy el dique San Felipe no los provee de nada, guarda lo poco que tiene para abastecer a las ciudades del Valle del Conlara. El campo no tiene acceso, lo que impedirá casi por completo la producción de papa y va a limitar la de maíz, el fuerte de la zona.
Hay varios factores que influyen. El río Conlara está muy bajo debido a que no hubo ingreso de agua en la cuenca alta del valle. Pasa que muchas veces llueve abajo y no en las sierras. Eso perjudica al dique San Felipe. En este drama hay responsabilidades compartidas, porque los productores no son eficientes y los que tienen que regular de parte del Estado están ausentes, cierran las compuertas y se van a sus casas o a aplaudir a los actos.
El último año que hubo agua de sobra fue en 2015, cuando llovieron 300 milímetros en la cuenca alta en aquel marzo de las grandes inundaciones. Después no hubo nuevos ingresos de agua importantes y se fueron consumiendo las reservas.
El centro de San Luis
Un ingeniero agrónomo que atiende campos en la zona serrana reconoce que está muy compleja la situación. “Las ciudades crecieron mucho y la demanda de agua es muy grande. Hay que pensar que el dique de La Florida se hizo en los ’40 y recién ahora están haciendo un acueducto para aprovecharlo”, dice con la autoridad que le dan sus recorridos diarios por las zonas rurales de San Luis.
La realidad marca que falta concientización social, el Gobierno no se preocupó en hacer campañas para que la gente no malgaste el agua, ese dinero siempre tuvo otros destinos, a veces fastuoso, a veces simplemente inútil.
“Los perfiles no se recargaron bien en otoño, por eso el agua que debemos trasladar para la siembra ya empezó a escasear y estamos obligados a llevar adelante planteos conservadores. Si en noviembre caen 100 milímetros la historia va a ser otra, pero en las condiciones actuales hay que cuidar la fertilización, la densidad de semillas y la fecha de siembra. Pero tampoco te podés retrasar mucho por las heladas de marzo”, advierte el profesional.
Productores impotentes
En el corredor productivo que va de Quines a Candelaria hay grandes empresas que riegan por pivotes, pero también hay pequeños productores que vieron cómo los canales que llegan a sus campos dejaron de recibir el recurso por una decisión de San Luis Agua.
“Estamos en una zona a la que con suerte caen 500 milímetros anuales, en la campaña pasada apenas si recibimos la mitad, lo que nos obligó a no sembrar los tradicionales verdeos de invierno, como avena, triticale y centeno con los que defendemos la productividad del suelo”, lamenta un chacarero de Quines, que además de agricultura cría animales y tiene un pequeño tambo familiar.
“Era imposible hacer verdeos, no teníamos agua para que se desarrollen, estamos anotados como usuarios regantes de San Luis Agua, pero hace mucho tiempo que no nos mandan ni una gota. Y lo peor es que el canon lo cobran igual. Dependemos de la lluvia, que no aparece como debiera”, lamenta el hombre. Tienen riego por manto, que hoy es nulo debido a la falta de lluvias, lo que lleva al tambero a pronosticar “un verano muy difícil”
Un productor de papa de San Pablo también está desanimado en una época en la que debe tomar decisiones importantes. “La verdad es que la situación es crítica para los productores que dependemos del riego. Las reuniones con la gente de San Luis Agua no nos trajeron soluciones concretas, por lo que algunos empresarios ya evalúan no sembrar por la falta de agua”. Y claro, eso hará que muchos peones rurales no tengan trabajo en una industria próspera, que exporta parte de su producción y abastece al Mercado Central de Buenos Aires.
La voz oficial
Una vez que despertó de la siesta y se dio cuenta de que la lluvia no iba a ayudar, la prioridad principal para la administración de los diques y embalses pasó a ser cuidar el recurso y preservarlo para el uso en pueblos y ciudades. “La premisa es primero el consumo humano y luego el uso productivo”, dijo Daniel Torres, subgerente de Planificación y Ejecución de San Luis Agua, dejando sin expectativas al campo. Por eso, el suministro de agua desde el dique San Felipe para riego y producción está interrumpido hasta que suba la cota. “Vamos haciendo un manejo a conciencia y consensuado con los productores”, avisa Torres, aunque del otro lado del mostrador aseguran que el consenso no es tal, que las decisiones bajan del Gobierno y ellos sufren las consecuencias.
Fernando Yanzón, jefe del Programa Obras Hídricas, está abocado a que los puntanos hagan un uso racional del agua potabilizada, evitando llenar piletas de natación y el riego en la medida de lo posible. Pero una población acostumbrada al derroche, no parece dispuesta a ceder su comodidad. “Según la Organización Mundial de la Salud, el consumo de agua necesario para una persona es de 100 litros por día. En San Luis el promedio es de 370 litros, por eso es necesario optimizar el uso”, pidió, aunque no parece encontrar mucho eco tras años sin inversiones importantes ni campañas de concientización.