Historias de San Luis: de boliches, bares y algo más
Seguimos apostando a la memoria en este capítulo 5 de bares y boliches, pero hoy con el agregado de dos lugares que también marcaron una época en San Luis.
Uno de ellos fue la primera autocena, que funcionó en El Chorrillo. Era una aventura encontrar un lugar para estacionar.
Y había que manejarse con las luces del auto para llamar al mozo, como corresponde a un lugar así, pero algunos insistían con la bocina.
Y allí aparecía un personaje: el querido Pato, siempre en el mejor de los recuerdos.
Y después venía la bandeja con el pedido.
Y la felicidad de estar en tu auto con tu familia, con tu pareja, con los amigos, disfrutando de una cena exquisita.
Ahora eso sí: los tintoreros estaban de parabienes con los enchastres que se armaban dentro del vehículo. Y la ropa era la víctima.
Imaginen cuando el lomito o la hamburguesa venían con muchos aderezos, que al apretar los panes, iban a parar a los pantalones, las camisas, los sacos, las polleras, las piernas de quienes usaban minifaldas.
Y si te movías por lo que te estaba pasando, volteabas las cosas de los que te acompañaban en el auto. Un desastre de mayonesa, ketchup, savora y salsa golf.
Ahora la tragedia era si se caía la carne del lomito o la hamburguesa, y después de impactar en la ropa, pasaba al piso del auto.
Había que pensar dos veces en volver a comer ese alimento al que, al menos, había que sacudirlo.
Muchos valientes se animaban. No era cuestión de perder lo que se había pagado.
Y no le echemos la culpa únicamente a la comida, sino a veces se desparramaba la bebida.
Servir la cerveza rápido era un atentado con la espuma que sobresalía del vaso.
Salgamos de la autocena y vamos a otra experiencia que duró poco tiempo en la ciudad: el autocine.
Situado en la zona oeste contaba con una pantalla y un mínimo servicio de bar.
Había que tener la radio del auto en buenas condiciones, porque de lo contrario no accedías al audio de la película.
Aunque a veces la peli era lo que menos importaba, cuando lograbas que se empañen los vidrios.
Por supuesto que no siempre era así como lo están pensando en este momento.
Vuelvo a la radio. En esa época eran básicas, con la antena afuera. De amplitud modulada (AM) la mayoría. Y para sintonizar el audio del filme, tenías que colocar el sintonizador en un extremo del aparato, o buscar el sonido recorriendo el dial.
Por supuesto que aquellos que no tenían radio o no funcionaba bien, se la rebuscaban llevando una radio portátil, que también solucionaba el tema.
No se quede pensando en que las funciones eran para parejas, sino para la familia también. Una aventura, además de novedad.
Y las películas generalmente eran aptas para todo público.
Se nos han escapado los recuerdos en estos lugares, pero no por ello dejaré de mencionar algunos bares y boliches, cumpliendo el objetivo de recorrerlos nuevamente aunque sea con sus nombres.
Quimei Quipán en la planta alta de la Sociedad Española. Se ingresaba por la calle Bolívar.
La Quinta de República del Líbano y San Juan; Mecano en Río Bamba y Caídos en Malvinas, que luego los dueños se separaron y apareció Mekano donde funcionó La Fábrica; Muró Bar en calle Colón entre Belgrano y Ayacucho y Alto Malibú en Illia y Caseros dónde ahora funciona una farmacia.
Y el Triángulo de avenida Illia y Caseros, que se llenaba de mesas y sillas.
Allá donde ahora se está construyendo "algo", violando todas normas de construcción, porque nunca se colocó el cartel de obra, tampoco se tomaron los recaudos para los transeúntes, y los obreros trabajan sin las mínimas medidas de seguridad.
Bueno. Hasta aquí llegamos por hoy.
Y sigo esperando contribuciones y muchas fotos.
(romeronino@gmail.com)